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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







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jueves, 28 de julio de 2011

Cómo seguir a Jesús

“Y dejándolo todo lo siguieron”

La vocación religiosa es seguir a Jesús, no hay ninguna duda de ello. Sin embargo, mi planteamiento en este post lo resume la pregunta que le da título. ¿Jesús nos llama a todos? ¿Cómo sabremos hacia donde nos llama? ¿Qué tenemos que hacer para seguirlo?...

La primera respuesta sería una afirmación amplia. Por supuesto que el Señor no llama a todos y además a cada uno por nuestro nombre. ¿Acaso pensáis que un padre, por muy numerosos que fuesen sus hijos, se olvidaría del más pequeño de ellos cuando estuvieran todos reunidos? Sin embargo, y ahí vendría la contestación a la segunda de las cuestiones planteadas, no a todos nos llama a lo mismo. Algunos tendrán vocación para casados, otros permanecerán solteros sin abrazar por ello el estado religioso y, finalmente, un grupo más especial ofrecerán su celibato al Señor al consagrarse a Él en cuerpo y alma.

¿Qué hacer para seguirlo cuando sentimos esa llamada, esa vocación de entrega total a Él?... Bueno, en este supuesto parece que todo el mundo diría lo mismo, ¿no? Ingresar en un seminario si se pretende ser sacerdote, en un monasterio si se decanta por la vida contemplativa o formar parte de alguna congregación para vivir en comunidad pero tener a su vez una vida activa dedicada al apostolado en sus más diversas facetas. Luego entonces, cabría pensar que si una persona ingresa en un convento, ha decidido abiertamente seguir a Jesús y lo demuestra de esa manera… Por supuesto que sería así en la mayoría de los casos, pero no en todos… Desgraciadamente, no siempre ha sido una verdadera vocación la que ha llevado a muchas personas a mostrarse ante los demás como religiosos. No siempre ha habido un verdadero deseo de seguir a Jesús tras la decisión de consagrarse y es que, para buscar esa relación tan especial con Cristo, tiene que cambiar nuestra alma. ¿De qué nos serviría seguirle físicamente ingresando en una institución religiosa si nuestro espíritu se queda fuera?... Esa persona, por mucho que pueda parecer que ha seguido al Señor… en el fondo no lo ha hecho.

A veces, más bien muchas veces, surgen numerosos inconvenientes que retrasan la marcha a un seminario o el ingreso en un convento. No siempre son cuestiones relativas al miedo a equivocarnos al dar ese importante paso en nuestra vida, sino que en ocasiones se trata de factores que conviene tener en cuenta. ¿Qué ocurre si en estos momentos laborales tan delicados un chico o una chica tienen vocación pero todos los miembros de su familia han quedado en paro y están subsistiendo con lo que aporta esa persona que era la única que trabajaba? ¿Qué hacer si sentimos la vocación pero tenemos a una madre viuda con alzheimer que no tiene a nadie más para cuidarla? ¿Qué tendría que hacer el que sintiendo fuertemente la llamada del Señor estuviese obligado a presentarse los días 15 de cada mes en el juzgado durante un año por una locura que cometió en su juventud? ¿o qué quien desea con intensidad seguir a Jesús pero montó una tienda de informática hace unos años con un crédito avalado por sus padres con su piso que perderían irremediablemente si él cerrase el negocio dejando de pagar las cuotas?...

Todas estas situaciones no son ficticias amigos, son parte de nuestra realidad… de esa realidad que hace que el seguimiento al Señor no sea tan fácil… y es que si lo fuera… qué mérito tendríamos entonces. En los hipotéticos casos planteados hay un deseo de responder a la llamada de Cristo, pero también unas circunstancias que, al menos temporalmente, impiden a esas personas poderlo hacer físicamente… Sin embargo… ¿qué nos impediría seguirlo de verdad con nuestro espíritu? Decir    Sí implica aceptar la voluntad del Señor y con alegría responderle, “Aquí estoy dispuesto a marchar tras de Ti”… Las personas somos demasiado simples con cierta frecuencia, creemos que hacer las cosas de una manera digamos “convencional” es prueba suficiente de lo que desea… pero nada más lejos de la realidad… Cuando entré a estudiar la carrera de Historia, por ejemplo, algunas de las primeras conversaciones que escuché en la facultad eran del tipo “Bueno, yo en realidad quería haber hecho Agrónomos, pero me pedían más nota en Selectividad y al final me he venido a Historia”… Ufff… no lo podía entender muy bien. A mí el estudio de otras civilizaciones, la arqueología, la investigación en los archivos era algo que siempre me había apasionado… sin embargo, estaba dándome cuenta como a muchos de los que estaban allí no les interesaba en absoluto… y al final terminarían la carrera, claro, y serían profesores o políticos (que para eso todo el mundo sirve) pero nunca, jamás serían “Historiadores”, con mayúscula, con vocación…

Confío que este ejemplo haya servido para aclarar un poco lo que decía de cómo seguir a Jesús. Si nuestra alma no es la primera que lo sigue, de poco serviría lo demás. La vocación es un hecho espiritual no físico. No pretendemos seguir a un líder de un partido (entonces seríamos “militantes”), ni a un cantante (seríamos “fans”), ni a un equipo de fútbol (seríamos “hinchas”)… hemos decidido seguir al Señor y para responder a su llamada tenemos que hacerlo con el corazón.

A todos los que tenéis dificultades para desarrollar vuestra vocación, que no sabéis si terminar la carrera, si dejar el trabajo, si contárselo de inmediato a la familia… os digo que no os precipitéis, que penséis primero si vais a dar el paso de verdad, en vuestra alma. Ser valientes no es decir de la noche a la mañana “me voy a un convento”, la valentía de la vocación es mostrar a los demás y mostrarnos a nosotros mismos que la llamada de Dios ha cambiado nuestras vidas. Aunque estemos rodeados de mil cosas que intenten distraer nuestra atención, de problemas que nos creen preocupaciones, de tentaciones que pongan a prueba nuestra fidelidad, si ponemos nuestro amor a Jesús por encima de todo, lo mantenemos como fuente de nuestra confianza y hacemos cada día de nuestras acciones ocasión de mostrar su Amor en cuantos nos rodean, os aseguro que desde aquel momento nuestro corazón “dejándolo todo le siguió”.

2 comentarios:

  1. Hay mucha verdad en todas tus palabras. La realidad es tan particular como personas hay en el mundo.

    Recordemos, hermanos, que cada uno tiene que vivir su vocacion desde el MINUTO 0 en el que se da cuenta de ella. Como decía Santa Teresita los meses previos al convento, tenemos que aprovechar este tiempo:

    "Pronto comprendí el precio del tiempo que se me ofrecía, antes de entrar al convento, y resolví entregarme más que nunca a una vida seria y mortificada. Al decir mortificada no quiero hacer creer que hacía penitencias. ¡Ay! Jamás he hecho ninguna...Mis mortificaciones consistían en domar mi voluntad, siempre pronta a salirse con la suya, en retener una palabra de réplica, en prestar pequeños servicios sin hacerlos valer, en sentarme sin apoyar la espalda, etc, etc. Practicando estas naderías me preparaba a ser esposa de Jesús, y no puedo expresar cuán dulces recuerdos ha dejado en mí esta espera…" (Santa Teresita del Niño Jesús)

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  2. Gracias por tu comentario, Mario. Las palabras de Santa Teresita lo dicen todo. Un abrazo

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