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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







Me agradará enormemente compartir vuestras alegrías, pero mucho más lo hará el que podamos superar juntos las dificultades que se nos presenten en la que, sin duda, será la mayor aventura de nuestras vidas. Para ello podeis escribirme cada vez que lo deseeis a escalandolacima@gmail.com




jueves, 29 de diciembre de 2011

Una felicitación atípica

Es posible que muchos de vosotros hayáis pensado que olvidé felicitaros la Navidad y otros que, entre el ajetreo propio de estos días, no había tenido tiempo de actualizar el blog. Pues bien, la verdad es que no ha sido ni una cosa ni otra. Había decidido retrasar esta entrada a conciencia y si lo he hecho no es por otro motivo que el llamar vuestra atención sobre qué es lo que felicitamos realmente en estos días.

Sin ánimo de entrar en las valoraciones que cuestionan el Nacimiento de Jesús en pleno invierno y lo sitúan en plena estación seca. Sin querer debatir sobre los elementos que muchos consideran propios de leyendas orientales como la aparición de seres alados y señales luminosas en el cielo, lo cierto es que tenemos un hecho crucial, el Nacimiento del Hijo de Dios y un primer mensaje dirigido no a los más sabios ni a los jefes religiosos, sino a unos pobres pastores, un grupo de personas humildes a las que se anunció “Paz a los hombres de buena voluntad”.

En estos días recordamos aquellos acontecimientos y las ciudades se llenan de representaciones típicas en las que se nos hace ver como Aquel que todo lo tenía, que podía haber elegido cualquier lugar y circunstancia para venir al mundo, se decantó por lo más sencillo y humilde, de este modo nos hacía ver que lo más importante no es esa gloria terrena que pretendían los israelitas con su esperado Mesías, sino la eterna del cielo. En definitiva, se vislumbraba el mensaje “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si al final pierde su alma?” No significa, ni mucho menos, que en nuestra vida terrena tengamos que estar penando y sufriendo todo tipo de calamidades para alcanzar la eternidad. El propósito es otro; se trata de que no nos aferremos a lo perecedero, al envoltorio, a lo que deslumbra pero es efímero. Que por conseguir esos bienes no seamos capaces de olvidar los más elementales principios humanos y nos fabriquemos nuevos becerros de oro a los que adorar.

Las circunstancias que actualmente se viven parecen conducirnos de forma irremediable hacia un mundo más insolidario, donde los ricos serán cada vez más ricos y los pobres más pobres. Esta situación que se vivía en el llamado Tercer Mundo, parece asentarse ya en la vieja Europa donde las diferencias sociales se van acentuando a un ritmo acelerado. Por eso, precisamente, no quise dar el mensaje de “Feliz Navidad” cuando todos, por costumbre, lo hacen.

¿A quien debo felicitar por el Nacimiento de Jesús? ¿A esos políticos corruptos, parásitos de la sociedad, que llevan décadas aprovechándose de un sistema creado por ellos y para ellos y ahora pretenden dar lecciones de austeridad diciéndole a los demás que los recortes son inevitables? ¿Debo felicitar acaso a esos banqueros –no a los altos, sino también a esos directores de sucursal- a los que importó más la cuenta de resultados de su oficina (comisiones para ellos incluídas) que el luchar contra sus superiores para que no se asfixiase por falta de financiación un pequeño negocio? ¿Acaso debo mandar mis felicitaciones a esos sacerdotes que han sucumbido al coche de alta gama, al ipod último modelo y a la iglesia parroquial con suelo radiante? ¿O tal vez a esas Comunidades que se encierran cómodamente en sus conventos el día de Nochebuena y no salen a la calle para sentar en su mesa a los que se encuentran sin un techo, enfermos o solos?...

La verdad es que no sabía muy bien a quien felicitar, si a esa Justicia que es lenta como tortuga para los banqueros que se han asegurado retiros multimillonarios y han dejado en quiebra a su entidad, o a la que es ultrarápida para deshauciar a unos pobres ancianos que avalaron con su piso al hijo que ahora no puede pagar. No sabía si estar sonriente en una Misa del Gallo donde veo a familias disimular una felicidad que no es cierta después de verse obligados a compartir una cena donde la mitad no se sentían cómodos, o dar los dos besos a las que cubiertas de pieles leen las lecturas en el altar. Tampoco supe si debía enviar mi felicitación a quienes en el centro de Madrid celebrarán una vez más una liturgia en la que se nos presentan como el modelo ideal de familia cristiana, descartando otras formas de expresar el amor, o debía reservarme para aquellos prelados que han escrito cartas incendiarias pero que miraron para otro lado cuando algunos sacerdotes faltaban a sus más sagrados deberes en sus propias diócesis.

La verdad es que, ante la duda, decidí no felicitar a nadie en el día de Navidad y lo hice como protesta, una protesta que iría dirigida a mí mismo en primer término. Protesto porque en nuestros corazones sigue habiendo enemistades, rencor y falta de solidaridad. Protesto por que somos egoístas y hasta los que decimos seguir a Jesús, estamos más preocupados por nosotros mismos que por aquellos que nos rodean. Protesto porque apenas quedan amigos leales y auténticos y porque nos tomamos, yo el primero, la llamada del Señor como algo que cogemos sin dar cambios radicales a nuestras vidas, centrándonos en nuestras conveniencias y, muchas veces, olvidando por completo a los demás. Por todo ello, no transmití entonces mi felicitación, permitidme, no obstante, que pueda hacerlo ahora. Y lo hago porque, aunque es cierto que en este mundo que nos ha tocado vivir cuesta ver la buena voluntad de los hombres, no lo es menos que el Nacimiento de Jesús supone cada año una nueva esperanza, la misma que hoy me lleva a creer que seremos capaces de cambiar poco a poco nuestro corazón, y en mi caso al firme propósito de hacerlo a partir de este momento.

Con mi deseo de no tener que ilustrar más la Navidad con la imagen de una publicidad bancaria, junto a un árbol navideño como telón de fondo de una pobre ancina que pide limosna tirada en la calle mientras los viandantes pasan ignorándola con las compras de unos grandes almacenes, quisiera enviar un abrazo fuerte a todas aquellas personas de buena voluntad.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Tiempo de espera y conversión

Son ya pocos los días que nos separan de la Navidad. Durante varias semanas hemos estado preparándonos para la llegada de Cristo, para ese Nacimiento que ha de darse en nuestro corazón. Imagino que cuando José llegase con María a aquel pobre establo, intentaría acomodar a la Madre limpiando con sus propias manos el lugar en el que habría de nacer el Niño. Nosotros, imitando al Santo Patriarca, deberíamos también limpiar nuestro interior, eliminando todas aquellas inmundicias que nos impiden ser mejores personas. Es tiempo de reconciliación, de entregarnos a nuestros hermanos y poner por principio en nuestras vidas el Amor que inspira siempre un niño recién nacido.

Como reflexión para estos días, quisiera compartir con vosotros un mensaje que desde Guatemala me hacía llegar un joven amigo para el que os pido vuestras oraciones ya que con el inicio del nuevo año desea comenzar su discernimiento para el sacerdocio.


Adviento, época de conversión

Estamos muy cerca de celebrar la época mas bella del año, el nacimiento de Cristo, el nacimiento del Libertador de los oprimidos.
Es por tal motivo que la "santa madre Iglesia", nos da un tiempo de preparación y conversión.

Preparad los Caminos del Señor, es a lo que nos invita el profeta Isaías. Con la simple palabra preparad, nos dice Convertiros, conviertanse, pero el convertirse implica un cambio verdadero y radical, la conversión es volver los ojos a Dios.
El volver los ojos a Dios, quiere decir ver a Dios en el prójimo osea a nuestro lado y no en el cielo.
Cuando se vuelven los ojos a Dios y te conviertes de verdad, TODO empieza a cobrar sentido y por fin el AMOR Y EL PERDÓN cobrán su verdadera y auténtica dimensión.

Muchos piensan que la conversion es dar limosna, confesar los pecados y rezar, pero... es mucho mas que eso, la conversion es perdonar ofensas, pues para que pedir perdón a Dios, sino lo hacemos primero con el prójimo? también es bendecir y dar la mano a quién lo necesita.

La conversión que Dios quiere es un corazon dispuesto a entregarse al prójimo, es el servicio incondicional con el oprimido, es una ayuda al desconsolado. En pocas palabras es ser para los demas.

Todos los dias debemos preguntarnos si nuestro corazon es un pesebre digno, para el ncimiento de ese niño que cambio el rumbo de la historia. Vivamos estas épocas con regocijo espiritual y No de una manera consumista y materialista...

Todavia estamos a tiempo para convertirnos, nunca es tarde!!!!!!!!!!!

Dios le bendiga y desde ya les deseo una Santa y bella Navidad.....
 
PD: el adviento no solo debe ser una vez al año, ni mucho menos la conversion, hagamos lo posible para que nuestra vida sea un adviento y conversion eterno y agradable......


Un Saludo en Cristo

miércoles, 14 de diciembre de 2011

En una noche oscura

El 14 de diciembre de 1591, en el convento de los carmelitas de la ciudad jiennense de Úbeda, entregaba a Dios su alma el que había nacido cuarenta y nueve años antes en Fontiveros (Ávila) como Juan de Yepes Álvarez, tomó el nombre de fray Juan de Santo Matías cuando ingresó en la Orden del Carmelo y lo cambió más tarde por fray Juan de la Cruz, cuando comenzó su labor reformadora que le llevaría a ser cofundador de los Carmelitas Descalzos junto a Santa Teresa de Jesús.

Al igual que ocurre con otros grandes santos del renacimiento español, su figura merecería en sí una entrada mucho más amplia, pero... ¿qué destacar en ella? ¿su profunda espiritualidad? ¿su misticismo? ¿su vida entregada y su capacidad de sacrificio?... La verdad es que resultaría erróneo quedarse con una sola de las facetas que le caracterizaron porque es el compendio de todas y cada una de ellas las que forjaron el espíritu de quien expresó más bellamente la natural tendencia del alma a su Creador.

San Juan de la Cruz es además ejemplo de perseverancia en la lucha contra las adversidades, muy especialmente las que surgen dentro de la propia Iglesia. Por ese motivo, debería ser también un especial abogado para quienes, a veces, encontramos incomprensión donde esperábamos recibir apoyo. Para quienes sufren rechazo por querer vivir de forma más intensa y pura el mensaje de Cristo y el verdadero carisma de una Orden. Para todos los que abandonan las comodidades del cuerpo para alcanzar la perfección del alma y para quienes, finalmente, se resisten a que algunas comunidades religiosas se conviertan en reuniones de señoras y señores solteros que, poco a poco, se han ido relajando dejándose seducir por tantas y tantas cosas que, casi sin darnos cuenta, nos van apartando cada vez más de Dios.

Como este santo avulense que hoy celebramos fue también nombrado patrón de los poetas españoles, ¿qué mejor manera que acompañar esta entrada de una de sus más sentidas composiciones? Por lo demás, como viene siendo habitual en el blog, os dejo también un enlace biográfico para quien desee conocer más detalles sobre vida y la página de los Carmelitas Descalzos a los que particularmente deseo aparezca un nuevo Juan de Yepes que les inculque el fervoroso deseo de entregarse a Cristo como lo hicieron aquellos sencillos frailes reformadores.

http://www.corazones.org/santos/juan_dela_cruz.htm

http://www.carmelitasdescalzos.com/


viernes, 9 de diciembre de 2011

Un tema para la nostalgia

Aún no había nacido cuando esta producción hispano mexicana cautivó los corazones de cuantos vieron en la gran pantalla como aquella joven novicia conquistaba con el Amor ... y un poco de ingenio :), a cuantos se encontraban junto a ella. Yo no conocí esta película hasta varias décadas después... pero hubo una escena que me gustó mucho y que hoy, como tributo a Nuestra Madre, reproduzco a través de la primera canción que muchos tal vez escuchen con una cierta nostalgia... la misma que nos lleva a la inocencia de los años en los que aún no pensábamos en las dificultades que se nos irían presentando en nuestras vidas.


jueves, 8 de diciembre de 2011

Por el día de la Inmaculada

Cuando el pasado verano me hice cargo de este blog, os anunciaba que del mismo modo que fue otra persona la que lo inició, yo lo continuaría y esperaba de vosotros, de todos los que de una manera u otra participáis de él, lo hiciérais propio y a través del correo que os dejaba pudiéseis expresar vuestras opiniones y sentimientos, sobre todo teniendo en cuenta que, tal vez, lo que nosotros pensamos es algo que no sea de interés de muchos, pueda ayudar a más personas de las que creemos. Hoy, cuando se aproxima el medio año de la nueva andadura en esta página y también se acercan a 6.000 las visitas de distintos paises y de todos los continentes las que han pasado por la página, aprovecho para transcribir la entrada que me ha hecho llegar nuestro amigo Javier (sin ánimo de ser cobista, os aseguro que su amistad estaría también disponible para vosotros) y desear que muy pronto seáis también vosotros los que mandéis vuestras reflexiones, opiniones, alegrías o tristezas para que las compartamos entre todos y también entre todos podamos llevar este pequeño proyecto adelante... ¿no me querréis dejar a mí toda la responsabilidad, eh?? :) Venga¡¡¡, sed generosos y echarme también una "manecilla", o lo que es lo mismo, ayudadme, en esta tarea que el Señor nos encomienda a todos y cada uno de nosotros: Hacer llegar a nuestros hermanos el mensaje de su infinito Amor.


¡Ha nacido Inmaculada!


 
“Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los meritos de Cristo Jesús Salvador del genero humano, está revelada por dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída” (bula Ineffabilis Deus). Con estas palabras el Papa Pío IX proclamaba, el 8 de diciembre de 1854, el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

En pleno siglo XIX  se vivía la “edad de la restauración” en su variedad de ideologías y direcciones.

La instancia restauradora se alimenta del cúmulo de errores de la Revolución francesa. La ascensión al poder de Napoleón culmina con la proclamación del Imperio (1804) que abre una época de despotismo que destruye los últimos residuos del iluminismo. El Congreso de Viena (1814-15) restaura el status quo del antiguo régimen.

El retorno al pasado supone el rechazo de los ideales revolucionarios de libertad e igualdad considerados como los incitadores de la disolución. La iglesia condena la libertad de culto, de pensamiento y de imprenta, mientras que algunos defienden el privilegio de las clases dominantes y la estructura jerárquica de la sociedad puesto que “en el cielo, sobre la tierra y más todavía allí en el infierno no hubo ni habrá jamás igualdad de rango, de gloria y de pena” (G. Grimaldi).

A la restauración se opuso el catolicismo liberal que auspiciaba un acuerdo entre la iglesia y el mundo.

Pero como hemos visto es también el siglo de la definición de la Inmaculada Concepción tras un largo y difícil camino de ocho años. En principio se propuso unir la definición mariana con la condena de lo errores modernos pero se abandono la idea.

La entusiasta acogida de la definición por parte de las naciones católicas muestra la sintonía con el sensus fidelium, al tiempo que revela una corriente favorable al privilegio.

La exaltación de la Virgen se articula en el XIX junto a una cierta mengua de su condición de simple mujer.

Por una parte los católicos defienden –en polémica con los protestantes- que María no es un mero “bloque de arcilla”, sino más bien “una persona en intima y espiritual relación con Cristo” Esto significa que María no es Inmaculada por sí misma, como si fuera sólo una excepción, una especie de capricho que Dios ofreciera para la madre de su Hijo. No es un capricho, ni una ruptura de un Dios que, pasando por encima de sus leyes, habría dejado de cumplir lo establecido dentro de la historia. La Inmaculada pertenece “al orden nuevo de la redención”, al camino de surgimiento mesiánico: Jesús nace en un mundo de ley y de pecado (Gal 4, 1-4); pero nace, al mismo tiempo, de la vida y la promesa de Dios que ha ido actuando en la historia. Dios mismo ha preparado cuidadosamente el nacimiento de Jesús sobre la tierra (como victima de amor sobre el pecado). Pues bien, como elemento principal y casi necesario de ese nacimiento encontramos a María.

Conforme a este modelo, la Inmaculada Concepción sería solo “don de Dios”, el signo más intenso de su gracia previniente. Allí donde ese Dios ha permitido que otros hombres penetren ya manchados en la lucha de la historia y deban decidirse por el bien desde una vida que comienza inmersa en el pecado, el mismo Dios ha decidido que María no padezca y sufra esa batalla. Por eso la libera por anticipado. En vez de redimirla en un momento posterior, cuando ella misma hubiera ya asumido el bien en Jesucristo, Dios la ha liberado y redimido en un momento precedente: la ha librado ya en el mismo momento de su origen. Por eso ella ha nacido Inmaculada.

Los teólogos distinguen la plenitud absoluta de la gracia, que es propia de Cristo; la plenitud de la suficiencia, común a todos los ángeles; y la plenitud de superabundancia, que es privilegio de María y que se derrama con largueza sobre sus hijos. “De tal manera es llena de gracia que sobrepasa en su plenitud a los ángeles; por eso, con razón, se la llama María, que quiere decir iluminada (…) y significa además iluminadora de otros, por referencia al mundo entero”, dice Santo Tomás de Aquino.

En esta solemnidad de la Inmaculada, hacemos el propósito de pedirle ayuda siempre que en nuestra alma nos encontremos a oscuras, cuando debamos rectificar el rumbo de la vida o tomar una determinación importante. Y, como siempre estamos recomenzando, recurriremos a ella para que nos señale la senda que hemos de seguir, la que nos afirma en la propia vocación, y le pediremos ayuda para recorrerla con garbo humano y con sentido sobrenatural.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Valorando a los amigos

El mensaje que quería transmitiros a través de esta entrada ya aparece reflejado en el vídeo. ¿Qué tal si en este momento pensáis en esos amigos a los que ya hace tiempo que no le habéis dicho lo importantes que son para vosotros?... ¿Ya?... Pues venga, ¿a qué esperáis para llamarlos, enviarle un correo o darle ese abrazo fuerte que les transmita la lealtad, la entrega, el compañerismo y, sobre todo, el Amor, que va unido siempre a la Amistad verdadera? Por mi parte, aquí lo tenéis, y mi correo escalandolacima@gmail.com abierto también a vuestros mensajes para compartir lo bueno y también lo que a veces nos entristece en esta vida. Un abrazo bien fuerte.

El patrón de la Amistad

Un buen amigo dura para siempre... eso me enseñaron desde pequeño, como también aquello de que "Quien tiene un amigo tiene un tesoro". Hoy celebramos a un santo español, San Francisco Javier, figura clave junto a San Ignacio de Loyola en la Compañía de Jesús. Conocido como el Apóstol de las Indias y proclamado también como el patrón de la Amistad. Desde que conociera a San Ignacio en la Universidad de París, su camaradería fue tan profunda que se convirtió en uno de los grandes impulsores de los jesuítas. Su biografía, tan apasionante como la de los grandes santos del siglo XVI, merecería una entrada mucho más amplia y especial que la que brindan estas sencillas líneas, pero hoy, aprovechando que rememoramos la fecha en la que su alma buscó la vida eterna junto al Padre, quisiera agradecer vuestra amistad a cuantos venís compartiendo este blog y colaborando en él de una forma u otra. A vosotros me debo y todos nos debemos a Jesús, el Amigo que nunca falla. Permitidme que de una manera especial dedique esta entrada a un amigo cordobés que está llevando a cabo el prenoviciado jesuíta, y saltando regiones, a Javier que, en tierras aragonesas, me pedía hoy parecerse, aunque solo fuese un poco, al santo del que recibe el nombre. A todos, gracias por estar ahí y mi deseo de que la frase de San Francisco Javier "Ay de mí, si no anuncio el Evangelio" pueda convertirse en un máxima en nuestras vidas, no como una simple teoría sino como el reflejo de la práctica de un comportamiento con los demás verdaderamente cristiano. Un comportamiento que nos haga merecer el considerarnos divulgadores del Mensaje de Jesús.

Para aquellos que tengáis interés en la vida de este santo, os dejo el enlace en el que aparece una amplia biografía suya: http://www.corazones.org/santos/francisco_javier.htm