Contacto

"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







Me agradará enormemente compartir vuestras alegrías, pero mucho más lo hará el que podamos superar juntos las dificultades que se nos presenten en la que, sin duda, será la mayor aventura de nuestras vidas. Para ello podeis escribirme cada vez que lo deseeis a escalandolacima@gmail.com




martes, 28 de febrero de 2012

Os daré un corazón nuevo

Con el título que encabeza esta entrada, nuestro buen amigo Javier nos envía un interesante artículo que espero os sea tan fructífero como a mí. Aprovecho la oportunidad no sólo para recomendaros su lectura sino también  para avisaros que muy en breve habrá cambios importantes en la administración de esta página, aunque espero que sirvan para ayudaros en lo que me sea posible tal y como fue mi intención desde que hice cargo de ella.

Os dejo con las palabras de Javi y os deseo una Cuaresma más allá de rituales y formulismos. Un tiempo de verdad santo donde se produzca ese encuentro con Jesús que, a veces, demoramos tanto.


“...os daré un corazón nuevo”

            Con el mes de febrero comenzamos el tiempo de Cuaresma. Tiempo en que la Iglesia nos pide examinemos nuestro corazón, nuestra vida, nuestras actitudes ante Dios y ante los hombres nuestros hermanos. Nos invita a la metanoia.  

            En la Escritura hay muchas citas que pueden alimentar nuestra reflexión sobre la metanoia, pues se trata de una auténtica palabra clave de la Buena Noticia que se repite una y otra vez. La teología bíblica nos dice que la metanoia es un cambio profundo de corazón y mente; una reorientación total hacia Dios cuyo resultado es una nueva pauta para nuestras acciones y reacciones. Consiste en rendirnos ante Dios incondicionalmente, con la firme determinación de cumplir en todo su voluntad.

            Vamos a concretar ahora de modo más práctico esta descripción. Todos los días adoptamos gran número de decisiones. La mayoría son pequeñas; de vez en cuando se presenta alguna más importante; y en muy escasas ocasiones se trata de una decisión de gran alcance. No obstante, las pequeñas opciones son significativas, puesto que, en conjunto, determinan nuestro estilo de vida, que expresa nuestra actitud básica mucho mejor que nuestras palabras y acciones. En nuestro estilo de vida está en juego nuestra integridad esencial; aunque es preciso añadir que una gran parte de nuestra vida no responde a una opción personal sencillamente, no somos capaces de cambiarla. Sin embargo, incluso en estos casos, la reacción ante lo inevitable sigue estando en nuestras manos; es una opción que siempre nos corresponde a nosotros. Por otra parte, con frecuencia actuamos siguiendo una cierta rutina o de un modo espontáneo e impulsivo, de modo que muchas opciones no son realmente deliberadas.

            No obstante, sea cual sea el modo en que las adoptemos, las elecciones son decisivas en la vida. San Agustín las comparaba con las cuerdas de un arpa: les es indispensable un marco, aunque son las cuerdas las que producen la música. El jesuita John C. Haughey plantea la cuestión de modo más gráfico: “Pese a que vaya en contra de las apariencias, un individuo no se convierte en persona creciendo físicamente hacia arriba, espacialmente hacia el exterior o reflexivamente hacia el interior. A la ‘yoeidad’ se llega fundamentalmente por elección. Es en el acto de elegir donde más se afirma y se encarna el espíritu de la persona. Nuestras opciones expresan nuestra autocomprensión y, al mismo tiempo, la posibilitan. Por contraste, los que no optan o lo hacen a medias viven en la inmadura condición de quienes quieren ‘tocar de oído’. Bailan cuando otro toca y se lamentan cuando otro decide que ha llegado el momento del canto fúnebre. Un individuo que no es lo bastante autosuficiente verá como su entorno, su familia, sus apetitos, o cualquier otra fuerza externa a sí mismo, usurpan el lugar y la función que debería asumir su propio espíritu. El hombre ha luchado durante siglos contra la esclavitud con la firme convicción de que su forma involuntaria de determinismo es mala. La ironía de la presente época es que haya tantas personas que, aunque son libres para obrar de otro modo, consienten en que se las someta a la voluntaria esclavitud de la indeterminación”.

            El hecho es que todas nuestras decisiones, pequeñas o grandes, deliberadas o tácitas, las adoptamos de acuerdo con un conjunto de prioridades que hemos interiorizado. Cuando nos encontramos ante una opción, decidimos consultando nuestra escala de valores (por muy implícita que sea esta consulta). Cualquier cambio en nuestra 

escala de prioridades conduce de inmediato a decisiones diferentes y, en consecuencia, a un estilo de vida distinto. Sin pretender ser irrespetuoso, se puede comparar este proceso con un programa informático en el que el más ligero cambio modifica de inmediato el resultado.

            Por tanto, la metanoia es una revisión de nuestras prioridades. Un coche, o cualquier otro instrumento delicado, necesitan ser revisados periódicamente. Con mayor motivo es preciso poner de vez en cuando a punto nuestra conciencia, esa “suave voz interior” que regula toda nuestra vida. A lo largo de los años, nuestras prioridades van cambiando sin que nos demos cuenta. Podemos con toda honestidad creer que determinados valores tienen una gran importancia en nuestra vida, cuando, de hecho, han bajado muchos puestos, aunque nosotros sigamos pensando que figuran en los primeros lugares. Análogamente, podemos creer que determinados valores no significan mucho para nosotros y, sin embargo, de un modo imperceptible, han ido adquiriendo una gran relevancia en nuestro modo de elegir y de actuar. Quien lleve cierto tiempo sin hacer frente a este problema se encontrará con algunas sorpresas grandes, y probablemente desagradables.

            Las falsas prioridades nos apartan de la voluntad de Dios y son tanto más efectivas cuanto menos conscientes seamos de ellas. Levantan en nosotros ese mecanismo de defensa a través del cual la Palabra de Dios apenas puede penetrar. La esencia del pecado es que no nos dejamos amar por Dios; en otras palabras, y dado que Dios ES amor, no dejamos a Dios ser Dios, a dejarle ser amor, no se manifiesta de modo explícito, sino a través de nuestro estilo de vida, que, a su vez, está determinado por el orden de nuestras prioridades. Por consiguiente, la metanoia consiste en afrontar este orden y corregirlo. Es algo que, aunque puede parecer inocuo, afecta a los esquemas básicos de nuestro comportamiento, que nos pueden resultar gratificantes y podemos racionalizar en gran medida.

            Jesús, que nos llama constantemente a esta metanoia, hace de ella la condición para nuestra fe en él y para ser discípulos suyos.

sábado, 11 de febrero de 2012

La constancia

Vivimos en un mundo que busca y promueve los logros fáciles, el conseguir alcanzar metas sin esforzarnos demasiado o incluso sin esforzarnos nada. Continuamente se nos bombardea con el mensaje de que hay que buscar la comodidad en la vida, que todo lo que pudiera suponer una molestia, por pequeña que sea, hay que eliminarlo sin más. Se fomenta esa “ley del mínimo esfuerzo” que persigue resultados y satisfacciones inmediatas, evitando por todos los medios la lucha diaria y la perseverancia.

Esta tendencia dificulta el establecer metas claras y cuando se establecen suelen ser muy complejas o muy a largo plazo. Así ocurre, por ejemplo, con la vocación, cuando detrás de un comportamiento indeciso lo que en realidad se esconde es el miedo al compromiso, la mediocridad y desaliento. No se lucha por disponer de unos medios claros y concretos para alcanzar la meta y de ese modo si no llegamos porque no sabemos o no queremos encontrar los medios para seguir el camino, está claro que abandonaremos. ¿Para qué seguir luchando por algo que se ve tan lejano unas veces y tan complejo otras? Lo suyo sería que fuese todo menos complicado. Sin embargo, esos resultados fáciles e inmediatos no eran precisamente lo que el propio Jesús nos revelaba cuando decía “Entrad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por él. En cambio es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo encuentran.” (Mt 7, 13). Esforzarnos por conseguir aquello que queremos en nuestra vida y no abandonar a pesar de las dificultades o de la falta de motivación por el tiempo transcurrido, es algo que se define como constancia. La misma que necesitamos para lograr cualquier meta o hábito positivo. La misma que yo, a veces, no he tenido para tener, por ejemplo, actualizado este blog que comparto con vosotros. Por eso hoy, quiero expresar mis disculpas, porque tengo, tenemos, que se conscientes de que cualquier logro en la vida implica un esfuerzo sostenido que debe sustentarse en la fortaleza. Porque el esfuerzo sostenido fortalece la voluntad, elemento indispensable en la vida de todo hombre o mujer maduros.

La constancia debe ser en nuestras vidas una motivación para seguir adelante, porque si lo hacemos, la superación de las dificultades nos conducirá a la perseverancia y podremos lograr las metas propuestas, haciéndonos sentir satisfechos. El resultado será entonces tener la convicción de poder cumplir a pesar de las dificultades, porque la constancia es saber responder a una misión independientemente de las contrariedades o el tiempo.

Siendo constantes, perseverando, llegaremos, sin duda, a nuestras metas. Seremos capaces de adquirir retos concretos y de cumplirlos, no cambiando de decisión a la primera dificultad. Llevaremos a cabo esas ideas que antes solo imaginábamos, sustituyendo las expresiones “podría” y “me gustaría”, por las de “puedo y lo lograré”.

Luchemos hasta el final y conseguiremos todo lo que nos propongamos. El Señor recompensa a quien sabe esperar y no se desalienta ante las dificultades porque si de verdad creemos en Él, ¿qué miedo habríamos de experimentar?.

Si tenemos motivos sólidos y trascendentes que impulsen nuestra vocación, sabremos mantener el máximo esfuerzo de principio a fin. Porque si se tienen claros estos motivos la constancia nos permitirá vencer todas las dificultades e incluso vencernos a nosotros mismos. No os quepa duda de que los resultados solo los consiguen quienes se esfuerzan y perseveran. Como en otras ocasiones os he referido, las grandes batallas siempre las han ganado cansados guerreros.