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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







Me agradará enormemente compartir vuestras alegrías, pero mucho más lo hará el que podamos superar juntos las dificultades que se nos presenten en la que, sin duda, será la mayor aventura de nuestras vidas. Para ello podeis escribirme cada vez que lo deseeis a escalandolacima@gmail.com




viernes, 25 de octubre de 2013

Testigos



Recientemente ha tenido lugar en la ciudad de Tarragona (España) la beatificación de un elevado número de mártires que dieron su vida por la Fe durante la persecución religiosa acaecida durante la guerra civil que estalló en 1936. Hoy, Mario nos deja una interesante reflexión personal sobre el martirio, pronto tendremos alguna más.
                          

TESTIGOS

Mártir es testigo. ¿De qué? De Dios. Es está una de esas ocasiones en las que los discursos elocuentes sobran: el misterio nos sobrepasa. Salvando las distancias, cada martirio es un momento parecido al de la Consagración. Da qué pensar, mucho. Hoy había pensado, pensado y pensado sobre la mejor manera de haceros llegar el sentimiento y las reflexiones que, gracias a la beatificación en Tarragona, han surgido en mí.


Es mejor, más eficaz, que leáis y leáis cada martirio a la luz del Sagrario, que los recéis. Ponerse en el lugar del otro es lo propio del cristiano: ¿sería capaz de aguantar? NO; ¿podría tener caridad con los verdugos en ese momento? NO; ¿confiaría verdaderamente en Dios? NO. EL MARTIRIO ES UNA GRACIA DE DIOS, NO TANTO POR EL HECHO DE LA MUERTE, SINO SOBRETODO POR LOS DONES QUE DIOS DERRAMA EN LA PRUEBA DE FE. 


Yo, Yo, Yo, Yo, Yo, Yo hago… MAL CAMINO LLEVAS, AMIGO MÍO.



Siempre hay que morir un poco para salir de nosotros mismos, de nuestro egoísmo, de nuestro bienestar, de nuestra pereza, de nuestras tristezas, y abrirnos a Dios, a los demás, especialmente a los que más necesitan.” (S.S. Francisco).


Propongo reflexionar durante toda la semana, a través de esta web, sobre el martirio. Hoy, la propuesta: COLOCAR A DIOS EN EL CENTRO.

sábado, 12 de octubre de 2013

De cómo la paciencia todo lo alcanza



Recientemente, este blog ha comenzado de nuevo a tener entradas... es cierto que no habéis sido muchos los que preguntásteis si pasaba algo... tal vez vuestras muchas os lo impidieron... pero el caso es que encontrándonos de nuevo en este espacio, también lo hacen quienes un día fueron asiduos... es el caso de Mario, el primer administrador que hoy nos escribe y que, en breve, tras las oportunas modificaciones en la página, tendrá disponible para vosotros una dirección electrónica por si queréis escribirle y participará de forma activa (al menos eso me ha prometido) en la elaboración de entradas para el blog.

Hoy, sin más, os dejo con la reflexión y el repaso por las vocaciones de la derecha de esta página que nos hace Mario.



“Nada te turbe,
Nada te espante
Todo se pasa
Dios no se muda,
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
Nada le falta
Sólo Dios basta” 

(Sta. Teresa de Jesús)


Es un gozo poder volver a escribir en estas páginas, parecido a la alegría que sintió el Hijo pródigo de la Parábola de la Misericordia cuando se encontró con su Padre. Hace más de 2 años que este blog está al cargo (y al servicio) de un gran amigo y un gran cristiano. Tuve que decir adiós. Hoy digo gracias Jose M., eres ejemplo vivo de como la paciencia lo alcanza todo. Lo inmediato, lo fácil y lo gustoso no sabe de esperar, y menos de Esperanza, la virtud más ejercitada por la Virgen Santísima, por los cristianos y por los hombres de buena voluntad.


¿Dónde está puesta mi Esperanza? “Espera en Dios que volverás a alabarlo, salud de mi rostro, Dios mío” (Sal ………………………..). Quien sabe esperar alcanza a Dios, y, por ende, alcanza al corazón de los personas. Al margen derecho de vuestro ordenador, aparece una lista de nombres que esperaban vuestra oración. Imago que queréis saber si han encontrado el Rostro de Dios. 

Irene y Álvaro han podido continuar su camino. No sabemos nada de ellos desde hace algún tiempo. Así que, a seguir rezando.

Dos vocaciones religiosas, la Hna. Carmen y la Hna. Laura, que dentro de poco renovarán la profesión simple. Demos gracias a Dios.


Hna. Florencia se ha estrenado como madre de familia con un amor muy profundo a la Sagrada Familia.

De una madre de familia a un padre espiritual. Ahora es el P. Germán, párroco de unos pueblos pequeños del sur de España. Una alegría para la Iglesia.


El Hno. Carlos, como en su momento Carlos de Foucould…………… en el desierto, sin saber nada de él. Propongo ponerlo en manos de S. José, experto en guiar por desiertos. Y unir también nuestras oraciones por el Hno. Miguel y el Hno. Ignacio. Ojalá vuelvan a la tierra de los vivos, pues no saber de vosotros nos preocupa.


Ezequiel, que un día me ofreció su paraguas a la salida de Misa, ofrece hoy sus manos para curar a los pacientes. Deo gratias.

Tenemos estudiantes que siguen en discernimiento: Hna. Elena, ánimo, falta poco para acabar los estudios. ¿Qué te pedirá ahora el Señor?

Hno. Alex y Hno. Nicolás, hermanos profundos en fe y vida. Hay que redoblar oraciones y sacrificios, uno religioso y otro seminarista. ¡Sed santos, de los de verdad, para que seamos santos!

Hno. Juanmi, es religioso de una orden que urge más vocaciones. La perseverancia es indispensable. No te vengas abajo, mete la quinta delante del Sagrario cuando veas que te vienes abajo.


Y, por último, yo, Mario, hoy soy seminarista y vuestras oraciones me mantienen.

Me dejo en el tintero gente que, de un modo u otro, también ha estado presente en cada una de las entradas, si no de manera explícita, al menos sí implícita. De entre ellos, Javier. No hay palabras para ti. El trabajo mejor realizado es que se hace con amor.


Paciencia, vivir el día a día con paz, sabiendo lo que nos espera. ¡Sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor!.





jueves, 3 de octubre de 2013

Porque tuve hambre y no me disteis de comer...

El encabezamiento de este post lo dice todo... no es necesario recordar el pasaje evangélico en el que Jesús nos indicaba cual sería su rostro en un futuro, cómo podríamos atenderle, cómo lo reconoceríamos... Si El nos prometió que estaría con nosotros hasta el fin del mundo, ¿acaso esperamos encontrarlo almidonado al fondo de una sacristía? Dios está presente de continuo en el Sagrario, pero también lo está en nuestros hermanos que sufren... Si no somos capaces de reconocerlo en alguien como nosotros que necesita nuestra ayuda, ¿lo haremos acaso en el misterio Eucarístico?... 



Hoy estoy triste, triste a la vez que indignado... Ha ocurrido algo muy grave en Sevilla, una ciudad que conozco, cercana, donde todos los escenarios que nos cuenta la noticia están ahí, a la vista de todos... En esta ocasión no se trata de una tragedia sin nombre en un país africano, donde parece que ya nos hemos insensibilizado o nos justificamos pensando que queda lejos y nosotros no podemos hacer nada. No, hoy ha sido en Sevilla, ciudad de conventos, iglesias y capillas; de cofradías y Semana Santa; de tronos por las calles, arzobispos y hasta obispos auxiliares. De Gobierno municipal conservador y sede de uno Autonómico progresista. Hoy, un pobre chico de tan solo 23 años ha muerto en un albergue por desnutrición y eso ha pasado aquí, en el que dicen ser Primer Mundo. ¿Cuantos sacerdotes hay en Sevilla? ¿Cuantos seminaristas, frailes y monjas? ¿cuantos catequistas, cofrades y voluntarios de la Iglesia?... ¿COMO HA PODIDO SUCEDER ESTO?... Que Dios perdone a los que nada hicieron y que me perdone también a mí por sentir lo que en estos momentos estoy sintiendo hacia ellos. Al final pasará como "una desgracia inevitable" pero nada más... Ojalá que nuestros sacerdotes, nuestras jerarquías clamasen desde los púlpitos por lo que ha ocurrido, por lo que ocurre en tantos lugares del mundo cada día, pero eso, desgraciadamente, apenas ocurrirá. Ningún obispo promoverá una manifestación como las de la Familia. No se ha hecho antes y tampoco se hará ahora que ha sido en nuestra casa, ante nuestra indiferencia... Qué pena de este chico, de este Cristo sufriente que, como tantos, muere de manera anónima tras darle el alta de un hospital que encima tiene la desfachatez de llevar el nombre de la Virgen del Rocío. Qué tristeza y qué rabia... Aquí, en Andalucía, parece que en el Año de la Fe lo único que se nos ocurre (con la bendición de los prelados, por supuesto) es sacar imágenes religiosas a la calle, imágenes de Dolorosas y Cristos agonizantes de madera, joyas del arte..., mientras tanto ya lo estamos viendo... Cristos vivos mueren víctimas del egoísmo de los hombres y ante la pasividad de los que nos llamamos cristianos.

Os transcribo textualmente la noticia difundida por la agencia EFE y os pido, por favor, una oración por el alma de este hermano nuestro que hoy ha fallecido como una prueba más de lo miserables que podemos ser los hombres.

"Un indigente de 23 años de nacionalidad polaca ha fallecido en un albergue municipal de Sevilla, donde se hallaba cobijado, con síntomas de desnutrición y con solo unos treinta kilos de peso, según han informado fuentes municipales y autonómicas.

Fuentes municipales han asegurado a Efe que, tras ser atendido en el sevillano Hospital Virgen del Rocío y en el momento de darle el alta, desde este centro sanitario se requirió al Servicio de Emergencias Sociales, ya que el joven no tenía a nadie que se ocupara de él ni estaba en condiciones de pasar la noche en la calle.
Este servicio municipal, en la madrugada de ayer, lo trasladó al albergue, donde ayer por la mañana se le atendió y se le dio de desayunar, pero posteriormente, a mediodía, se comprobó que había fallecido mientras reposaba en un sofá del centro.

La consejera andaluza de Salud, María José Sánchez, ha explicado hoy a los periodistas que, judicialmente, se ha abierto una investigación de oficio para aclarar las causas del fallecimiento, mientras que el alcalde de la ciudad, José Ignacio Zoido, y la delegada municipal de Asuntos Sociales, Dolores de Pablo, han lamentado el hecho".


martes, 1 de octubre de 2013

La virtud de la sencillez

Después de una celebración tan importante como la de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, celebramos hoy la santidad de la sencillez. El cómo a través de los más humildes el Señor ser sirve para darnos sus bendiciones. Santa Teresa del Niño Jesús sería uno de los más claros ejemplos de ello.

Nacida en la localidad francesa de Alençon en 1873, ingresó siendo aún muy joven en el monasterio de carmelitas de Lisieux. Allí se ejercitó sobre todo en la humildad, la sencillez evangélica y la confianza en Dios, virtudes todas estas que se esforzó en inculcar en las novicias con su ejemplo agnegado de entrega a Dios y al prójimo. Murió el 30 de septiembre de 1897, ofreciendo su vida por la salvación de las almas y pro el incremento de la Iglesia.

Sería estos unos breves datos biográficos pero no los suficientes, en absoluto, para conocer más de cerca de vida tan corta en el tiempo pero tan rica en espiritualidad de esta santa carmelita. Por ello, os adjunto un enlace y también un pequeño video que espero os sirva, sobre todo a las jóvenes que leeis estas líneas, de inspiración en vuestras vidas y como revulsivo para dar un SI generoso a la llamada de Cristo.

http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=396


lunes, 30 de septiembre de 2013

Por el día de San Jerónimo

En esta jornada tan importante para la Iglesia y, de manera muy especial, para los miembros de la Orden Jerónima, quisiera dejaros unos enlaces donde poder profundizar más tanto en la vida del santo asceta como en la Orden que en sus enseñanzas y modo de vida se inspirase. Junto a mis oraciones, espero contar también con las vuestras para que el Señor les envíe vocaciones generosas.

http://www3.planalfa.es/msmparral/



Decíamos ayer...



Cuenta la leyenda que fray Luis de León, religioso agustino y uno de los más célebres poetas y humanistas del siglo XVI español, pronunció ante sus alumnos de la Universidad de Salamanda la frase que titula esta post a pesar de que habían transcurrido varios años desde que interrumpió bruscamente su docencia al ser arrestado por la Inquisición y pasar varios años en la cárcel por traducir una parte de la Biblia a la lengua vulgar sin licencia ("menuda osadía" diríamos hoy).

La realidad que subyacía, sin embargo, bajo aquella acusación no era otra que las envidias y rencillas entre órdenes, así como las denuncias del catedrático de griego, León de Castro, que, entre otros profesores, le reprochaban el preferir el texto hebreo del Antiguo Testamento a la versión latina (la traducción Vulgata de San Jerónimo) adoptada por el Concilio de Trento. Aunque era inocente de tales acusaciones, su proceso se demoró durante cinco largos años en los que permaneció en prisión para ser, finalmente, absuelto. Parece bastante probable que fuese el autor de la décima que al salir de la cárcel apareció escrita en una de sus paredes:

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
¡Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y, con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso,
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa,
ni envidiado, ni envidioso!


No de todos son conocidos estos versos. Sin embargo, la célebre frase “Decíamos ayer…” sí que se ha difundido ampliamente y suele aplicarse cuando, sin dar muchas explicaciones sobre los motivos de la ausencia, alguien retoma el ritmo habitual de un trabajo o cualquier otra ocupación interrumpido con mayor entrega, si cabe, que como lo había hecho en un principio. 

Con vuestro permiso, sirva esta larga introducción para activar de nuevo esta página que, cierto es, se había quedado un poco huérfana, sin nuevas entradas y, tal vez, sin muchas esperanzas en algunos de vosotros de que volvieran a publicarse.

Hoy es un buen día para hacerlo. Un día que tiene una especial significación para mí y que espero contaros en alguna ocasión más adelante. Hoy, la Iglesia recuerda de un modo especial a San Jerónimo. Un santo poco conocido del que quisiera aportaros unos breves datos biográficos.




Eusebio Hierónimo de Estridón o Jerónimo de Estridón, San Jerónimo para los cristianos, es uno de los cuatros Doctores de la Iglesia Latina. Padre de las ciencias bíblicas y traductor de la Biblia al latín. Presbítero, hombre de vida ascética y eminente literato. 

Nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Abrazó la vida ascética, marchó al Oriente y fue ordenado presbítero. Volvió a Roma y fue secretario del papa Dámaso. Fue en esta época cuando empezó su traducción latina de la Biblia. También promovió la vida monástica. Más tarde, se estableció en Belén, donde trabajó mucho por el bien de la Iglesia. Escribió gran cantidad de obras, principalmente comentarios de la sagrada Escritura. Murió en Belén el año 420.

Muchas fueron las frases célebres pronunciadas por esta santo sobre el que había de inspirarse la Orden Jerónima, basten las que a continuación cito para que, a modo de conclusión, nos sirvan para reflexionar en este día sobre la importancia de la lectura y meditación de las Sagradas Escrituras en la vida de un cristiano:

La lectura de la Escritura lleva al santo a entregarse a los demás: es necesario «vestir a Cristo en los pobres, visitarle en los que sufren, darle de comer en los hambrientos, cobijarle en los que no tienen un techo».

La Palabra de Dios «indica al hombre las sendas de la vida, y le revela los secretos de la santidad».

lunes, 8 de abril de 2013

En tiempo de Pascua


Una vez más, un buen amigo en la distancia, al que aprecio por su deseo siempre vivo de ayudar a los demás, nos envía esta colaboración que me gustaría leyéseis pausadamente ya que es un escrito que merece la pena analizar a fondo. Como siempre, gracias, Javi.



En la resurrección de Jesucristo, el hombre queda de una vez por todas elevado y destinado a encontrar en Dios justicia contra todos sus enemigos; queda, por tanto, liberado para vivir una nueva vida, en la que ya no tiene ante sí, sino que a lo dejado atrás, el pecado y sus consecuencias: la maldición, la muerte, la tumba y el infierno.

            “Al tercer día resucitó de entre los muertos”: éste es el mensaje pascual. Significa que Dios no se abajó inútilmente en su Hijo, sino que ciertamente actuó por su propio honor y para confirmación de su gloria. Al triunfar su misericordia precisamente en su abajamiento, se produce, en efecto, la exaltación de Jesucristo. En Jesucristo, el hombre queda exaltado y destinado para la vida; para esto lo ha liberado Dios en la muerte de Jesucristo. Dios ha abandonado el ámbito de la gloria, por decirlo así, y el hombre puede ahora ocupar ese lugar. Éste es el mensaje pascual, la meta de la reconciliación, la redención del hombre. Es la meta que ya se hizo visible el Viernes Santo. Puesto que Dios da la cara por el hombre –los autores neotestamentarios no tuvieron reparo en decir “paga” por él-, el hombre es un rescatado.

            Apolytrosis es un concepto jurídico que designa el rescate de un esclavo. Ése es el objetivo: el hombre es puesto en otra situación jurídica. Ya no pertenece al que tenía un derecho sobre él, ya no pertenece a esa esfera de maldición, muerte e infierno, sino que ha sido trasladado al reino del Hijo querido. Esto significa que se le ha desposeído formalmente de su categoría, condición y régimen jurídico de pecador. El hombre ya no es tomado en serio como pecador por Dios. Sea aquél lo que sea, sea lo que sea que haya que decir de él, por más reproches que tenga que hacerse a sí mismo, Dios ya no lo toma en serio como pecador. Ha muerto al pecado allí, en la cruz del Gólgota. Ya no existe para el pecado. Es reconocido y declarado ante Dios como justo, como alguien a quien Dios hace justo. Ciertamente, tal como es ahora, el hombre tiene su existencia en el pecado, y por tanto su culpa, pero la tiene tras de sí. El cambio se ha efectuado de una vez por todas. No: el “de una vez por todas” es el de Jesucristo. Pero si creemos en él, vale para nosotros. En Jesucristo, que murió por él, y en virtud de su resurrección, el hombre es hijo amado de Dios y puede, por tanto, vivir en el beneplácito de Dios.

            Si éste es el mensaje de Pascua, entenderán ustedes que la resurrección de Jesucristo sea, propia y simplemente, la revelación del fruto, hasta entonces oculto, de la muerte de Cristo. Precisamente ese cambio es el que en la muerte de Jesucristo está todavía oculto bajo el aspecto con el que allí aparece el hombre, consumido por la ira de Dios. En este momento, el Nuevo Testamento nos testimonia que ese aspecto del hombre no es el sentido de lo acontecido en el Gólgota; que, por el contrario, tras dicho aspecto, el auténtico sentido de ese acontecimiento es el que se pone de manifiesto al tercer día. En ese tercer día comienza una nueva historia del hombre, de manera que también la vida de Jesús se podría dividir en dos grandes períodos: treinta y tres años hasta su muerte, y el breve período, absolutamente decisivo, de los cuarenta días que mediaron entre su muerte y la ascensión al cielo. Al tercer día comienza una nueva vida de Jesús. Pero, al mismo tiempo, al tercer día comienza una nueva figura del mundo, después de que en la muerte de Jesucristo el mundo viejo quedara enteramente concluido y liquidado. Esto es la Pascua: inicio de un tiempo y un mundo nuevos en la existencia del hombre Jesús, quien en este momento comienza una vida nueva como portador triunfante y victorioso y aniquilador de la carga del pecado humano puesta sobre él.

            En esta existencia suya transformada, la primera comunidad vio, no sólo una especie de prolongación sobrenatural de su vida precedente, sino una vida completamente nueva, la de Jesucristo exaltado, y por tanto, a la vez, el comienzo de un mundo nuevo. Según el Nuevo Testamento, con la resurrección de Jesucristo se proclama que la victoria de Dios a favor de los hombres ya está ganada absolutamente en la persona de su Hijo.


            Ciertamente, Pascua es ante todo la gran prenda de nuestra esperanza; pero, al mismo tiempo, ese futuro es ya presente en el mensaje pascual. Éste es el anuncio de una victoria ya alcanzada. La partida está ganada, aun cuando al jugador todavía pueda hacer un par de movimientos. Prácticamente, ya es mate. En este ámbito intermedio vivimos nosotros: pasó lo viejo, todo es nuevo. El mensaje pascual nos dice que nuestros enemigos –pecado, maldición y muerte- han sido derrotados y ya no pueden causar daño. Todavía se comportan como si la partida no estuviera decidida, como si la batalla no se hubiera librado; todavía debemos contar con ellos; pero, en el fondo, ya no debemos temerles. Quien ha oído el mensaje pascual ya no puede ir por ahí con rostro trágico, ni llevar la triste existencia de quien no tiene esperanza alguna. Sólo esto sigue vigente todavía, únicamente esto es realmente serio: Jesús es el vencedor. Una seriedad que, dejando eso a un lado, pretendiera mirar atrás, como la mujer de Lot, no sería cristiana. Tal vez a nuestra espalda arda el fuego –y es verdad que arde-, pero no tenemos que poner la mirada en eso, sino en lo otro: en que estamos invitados y llamados a tomar en serio la victoria de la gloria de Dios en este hombre, Jesús, y a alegrarnos de ella. Entonces podremos vivir en la gratitud y no en el temor.

            La resurrección de Jesucristo revela, lleva a cabo, ese anuncio de la victoria. No se debe interpretar de otro modo la resurrección, como si fuera un acontecimiento espiritual. Debemos oír, y pedir que nos cuenten, que hubo una tumba vacía, que más allá de la muerte se hizo visible una nueva vida. “Este (hombre sustraído de la muerte) es mi Hijo amado, en quien me complazco”. Lo que se anuncia en el bautismo en el Jordán, se convierte en este momento en acontecimiento y se hace manifiesto. A quienes lo saben, con ello se les proclama el final del mundo viejo y el principio del nuevo. Todavía les queda un pequeño trayecto por recorrer hasta que se haga patente que Dios ha llevado todo a cabo para ellos en Jesucristo.

miércoles, 13 de marzo de 2013

La importancia de un nombre



Aunque era hoy mi intención publicar una entrada sobre otro tema, la elección del nuevo Papa me lleva a escribir estas líneas para compartir la alegría de todos los católicos y expresar la mía propia nada más ver las primeras imágenes del que hasta ahora había sido arzobispo de Buenos Aires. Su expresión dice mucho y, como pongo en el post, también es muy significativo el nombre que ha adoptado como pontífice. La admiración por el santo de Asís debe ser grande cuando ha querido llamarse como él y su gesto humilde de antes de dar su bendición pedirle a los fieles congregados en la plaza de San Pedro que rueguen a Dios para que lo bendiga antes a él, dice mucho.

En este momento en el que son millones de personas las que conocen la buena noticia a través de las nueves tecnologías, yo no hago sino unirme a ellas y compartir con vosotros el primer discurso del Santo Padre pidiéndoos a todos vosotros recéis por él como también yo lo hago. Que el Señor lo ilumine y le permita conducir a la Iglesia por la senda del amor a Dios y al prójimo que tantas veces se pierde por la maldad de los hombres.


miércoles, 13 de febrero de 2013

Ayunos, penitencias y sacrificios



Con la llegada de la Cuaresma, las palabras que dan título a esta entrada comenzarán a escucharse una vez más con bastante frecuencia en los ámbitos religiosos.

De  pequeño recuerdo como nos enseñaban en casa la tradición de “guardar la Vigilia” que así llamaban en mi tierra a no comer carne los viernes siguientes hasta llegar a la Pascua. También los sacerdotes nos recordaban que había que hacer penitencia y el Miércoles de Ceniza nos dejaban un poco asustados con aquello de recordarnos que “polvo eres y en polvo te convertirás”… claro que nuestro entusiasmo infantil nos hacía olvidarnos pronto de la certera sentencia y nuestra mente parecía quedar lejos de esos sacrificios que tanto nos incidían debíamos llevar a cabo durante este tiempo… Después crecimos y  hubo algunos cambios en la Liturgia… el “memento mori” acabó siendo sustituido por el “Conviértete y cree en el Evangelio” y la Ceniza dejó de convertirse en un acto casi oficial de los colegios como lo fue en mis primeros años. 

Así llegamos a nuestros días, inmersos muchas veces en recuerdos de otras épocas, y notamos, sin embargo, que sigue habiendo cosas que, pese a escucharlas año tras año, no acabamos de otorgarle el verdadero sentido que habrían de tener. Y me explico: Siempre me he preguntado, por ejemplo, que sacrificio sería para un vegetariano el no comer carne los Viernes de Cuaresma, o qué supondría ayunar un día como hoy para una persona que ha probado ya siete sistemas de adelgazamiento distintos porque está bastante gruesa… En un caso y en otro, esta piadosa práctica que diferenciaba este tiempo de los demás del año, poco esfuerzo habría de suponerle a los ejemplos referidos.

Hubo tiempos (supongo que hoy también… hay gente para todo) que las gentes mortificaban sus cuerpos con sangrientas penitencias que les servían para recordar aún más la Pasión de Cristo. Sin embargo, ¿Cuántos estarían dispuestos a infringirse incluso un dolor corporal antes que volver a dirigirle la palabra, por ejemplo, a alguien que consideraban les había ofendido?... Nuestra vanidad, nuestra soberbia y orgullo, nuestra desidia… esos son los males que debemos desterrar en la Cuaresma y no quedarnos exclusivamente en lo externo, en la costumbre (por piadosa que sea) y en las palabras huecas que, como los buenos propósitos que se hacen a comienzos de año y se abandonan poco después, no sirven para nada.

Me gustaría que nos planteásemos penitencias positivas, ¿y qué es eso? Os preguntaréis muchos de vosotros. Pues, sencillamente, hacer aquello que nos cuesta trabajo y que a la vez puede beneficiar a alguien. Si os dijera, por establecer un supuesto, que me resulta cómodo poner una sonrisa y olvidar de corazón el daño que otra persona me haya causado, os mentiría, evidentemente. Hacer lo que os propongo sería para mí un sacrificio, pero si lo hago, conseguiría además que donde hubo odio se ponga amor, donde existía el resentimiento resplandezca el perdón. Eso puede costar, y mucho, pero podemos intentarlo… Por lo pronto, os diré cual va a ser mi primer pequeño sacrificio de esta Cuaresma. Luchar contra la desidia, desterrar el desánimo y atender con más frecuencia este blog y vuestros mensajes, haceros presente que me tenéis a vuestra disposición y demostrarlo, no sólo con palabras, sino contestando vuestros correos y procurando escribir temas que sirvan para acercarnos un poco más a la Vocación, la del sacerdote, la de la religiosa, la del laico… en definitiva, nuestra vocación de cristianos. Sé que me supondrá un esfuerzo (a veces ocupamos demasiado nuestro tiempo y nos olvidamos de las cosas verdaderamente importantes), pero estoy seguro que con la ayuda del Señor y con vuestro apoyo lo conseguiré. Os animo a que practiquéis durante esta Cuaresma esos “sacrificios positivos” y contribuyamos de ese modo a poner de relieve el Amor (con mayúscula), el mismo que centra todos los Mandamientos, el mismo por el que Cristo se entregó y se sigue entregando cada día por todos nosotros.


martes, 1 de enero de 2013

Madre de Dios y Madre nuestra

Seguramente, unas de las primeras personas a las que felicitamos el nuevo año son nuestras madres. Los que están lejos procuran hacerlo a través de una llamada, los más cercanos pasando esta jornada en su compañía y, en todos los casos, testimoniándoles que en cada inicio de año nos acordamos de ellas...

Es cierto que ese recuerdo será especialmente emotivo para quienes las circunstancias les impidan estar a su lado o ponerse en contacto con ellas. No menos nostálgico será para quienes ya sólo pueden dedicarles una oración o incluso para quienes no las conocieron al quedar huérfanos en su más tierna infancia. Sin embargo, en todos los casos, hoy podrá haber una felicitación que de seguro habrá de tornarse en bondades concedidas para el año que comienza. Se trata en este 1 de enero de dirigirnos con confianza a María, a la que hoy celebramos como Madre de Dios, y a la que tenemos también por Madre nuestra...

Ella sabe lo que nos pasa, en realidad todas las madres saben cómo son sus hijos, aunque a veces se hagan las disimuladas, y siempre intentan favorecerlos aunque para ello salgan ellas perjudicadas. Aún así, sería un iluso si pensase que hoy todas las madres recibirán la felicitación del nuevo año por parte de sus hijos. Tan iluso como si creyese que todos se dirigirán hoy a Santa María, la Madre de Dios, aunque fuese a través de la más pequeña oración que nos enseñaron en nuestra infancia...

Ya podemos imaginar la tristeza de quienes no reciban ese mensaje, de quienes al finalizar el día no hayan tenido ese contacto, aunque sea pequeño, con sus hijos... Son muchas y diversas las situaciones familiares y los problemas que en cada caso existan pueden motivar, tal vez, la ausencia de esa felicitación en este día. Si alguno de vosotros estáis en esa circunstancia, permitidme que os anime a vencer el miedo y dirigiros a vuestra madre, como os recomiendo también lo hagáis a de la Dios, que lo es también de todos los hombres... No importa el tiempo que hayáis estado alejados y sin querer saber nada... No os sintáis avergonzados por aquello que hicísteis y que un día os hizo separaros de ella... En su corazón nada, absolutamente nada, podrá hacer que os olviden. Siempre estarán con los brazos abiertos, esperándoos y si nuestra madre biológica sería capaz de dar hasta la última gota de su sangre por sus hijos, qué no hará nuestra Madre del cielo si hoy, en esa confianza de la que os hablaba, nos acercamos a ella pidiéndole su protección y encomendándole los futuros días de este año que llega.