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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







Me agradará enormemente compartir vuestras alegrías, pero mucho más lo hará el que podamos superar juntos las dificultades que se nos presenten en la que, sin duda, será la mayor aventura de nuestras vidas. Para ello podeis escribirme cada vez que lo deseeis a escalandolacima@gmail.com




lunes, 30 de septiembre de 2013

Por el día de San Jerónimo

En esta jornada tan importante para la Iglesia y, de manera muy especial, para los miembros de la Orden Jerónima, quisiera dejaros unos enlaces donde poder profundizar más tanto en la vida del santo asceta como en la Orden que en sus enseñanzas y modo de vida se inspirase. Junto a mis oraciones, espero contar también con las vuestras para que el Señor les envíe vocaciones generosas.

http://www3.planalfa.es/msmparral/



Decíamos ayer...



Cuenta la leyenda que fray Luis de León, religioso agustino y uno de los más célebres poetas y humanistas del siglo XVI español, pronunció ante sus alumnos de la Universidad de Salamanda la frase que titula esta post a pesar de que habían transcurrido varios años desde que interrumpió bruscamente su docencia al ser arrestado por la Inquisición y pasar varios años en la cárcel por traducir una parte de la Biblia a la lengua vulgar sin licencia ("menuda osadía" diríamos hoy).

La realidad que subyacía, sin embargo, bajo aquella acusación no era otra que las envidias y rencillas entre órdenes, así como las denuncias del catedrático de griego, León de Castro, que, entre otros profesores, le reprochaban el preferir el texto hebreo del Antiguo Testamento a la versión latina (la traducción Vulgata de San Jerónimo) adoptada por el Concilio de Trento. Aunque era inocente de tales acusaciones, su proceso se demoró durante cinco largos años en los que permaneció en prisión para ser, finalmente, absuelto. Parece bastante probable que fuese el autor de la décima que al salir de la cárcel apareció escrita en una de sus paredes:

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
¡Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y, con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso,
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa,
ni envidiado, ni envidioso!


No de todos son conocidos estos versos. Sin embargo, la célebre frase “Decíamos ayer…” sí que se ha difundido ampliamente y suele aplicarse cuando, sin dar muchas explicaciones sobre los motivos de la ausencia, alguien retoma el ritmo habitual de un trabajo o cualquier otra ocupación interrumpido con mayor entrega, si cabe, que como lo había hecho en un principio. 

Con vuestro permiso, sirva esta larga introducción para activar de nuevo esta página que, cierto es, se había quedado un poco huérfana, sin nuevas entradas y, tal vez, sin muchas esperanzas en algunos de vosotros de que volvieran a publicarse.

Hoy es un buen día para hacerlo. Un día que tiene una especial significación para mí y que espero contaros en alguna ocasión más adelante. Hoy, la Iglesia recuerda de un modo especial a San Jerónimo. Un santo poco conocido del que quisiera aportaros unos breves datos biográficos.




Eusebio Hierónimo de Estridón o Jerónimo de Estridón, San Jerónimo para los cristianos, es uno de los cuatros Doctores de la Iglesia Latina. Padre de las ciencias bíblicas y traductor de la Biblia al latín. Presbítero, hombre de vida ascética y eminente literato. 

Nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Abrazó la vida ascética, marchó al Oriente y fue ordenado presbítero. Volvió a Roma y fue secretario del papa Dámaso. Fue en esta época cuando empezó su traducción latina de la Biblia. También promovió la vida monástica. Más tarde, se estableció en Belén, donde trabajó mucho por el bien de la Iglesia. Escribió gran cantidad de obras, principalmente comentarios de la sagrada Escritura. Murió en Belén el año 420.

Muchas fueron las frases célebres pronunciadas por esta santo sobre el que había de inspirarse la Orden Jerónima, basten las que a continuación cito para que, a modo de conclusión, nos sirvan para reflexionar en este día sobre la importancia de la lectura y meditación de las Sagradas Escrituras en la vida de un cristiano:

La lectura de la Escritura lleva al santo a entregarse a los demás: es necesario «vestir a Cristo en los pobres, visitarle en los que sufren, darle de comer en los hambrientos, cobijarle en los que no tienen un techo».

La Palabra de Dios «indica al hombre las sendas de la vida, y le revela los secretos de la santidad».