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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







Me agradará enormemente compartir vuestras alegrías, pero mucho más lo hará el que podamos superar juntos las dificultades que se nos presenten en la que, sin duda, será la mayor aventura de nuestras vidas. Para ello podeis escribirme cada vez que lo deseeis a escalandolacima@gmail.com




domingo, 28 de agosto de 2011

Una llamada a la conversión



En este día tan especial en que el está patente que por muy apartados que hayamos estado del Señor, Él siempre puede llamarnos, no como a uno más sino incluso para convertirnos en uno de los santos más importantes de la Iglesia, quisiera dedicar este vídeo especialmente a cuantos siguen este blog desde Colombia, Chile, Argentina, Venezuela y otros tantos paises de Latinoamérica donde la Orden de San Agustín está dando tan buenos frutos. Quisiera dejar estos enlaces para los que no la conocen

Y para todos concluir con unas palabras del santo que hoy celebramos:

"Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja".

La fuerza de la oración

Hoy la Iglesia celebra un día grande. Se conmemora la muerte de San Agustín en Hippo Regius en el año 430. Sin embargo, ayer tal vez pasó desapercibida una fecha que para mí tiene también una especial relevancia. Se trataba de santa Mónica, la madre del santo de Hipona.

El padre de Agustín, Patricio, no era creyente. Por el contrario, Mónica, su madre, era cristiana. En ese ambiente, ella intentó conducir a su hijo por el camino de Jesús pero, pese a sus esfuerzos, no lo consiguió. De poco valieron sus oraciones y súplicas, el joven Agustín siguió por derroteros muy apartados de lo que deseaba para él su madre.

¿Qué hizo entonces santa Mónica? ¿abandonó sus intentos? ¿pensó que era ya imposible reconducirle?... No, a partir de entonces se entregó a la oración constante en medio de un gran sufrimiento por la actitud de su hijo. Tras su conversión, el propio Agustín diría de sí mismo que era “El hijo de las lágrimas de su madre”.

La vida del que habría de ser uno de los padres de la Iglesia latina tuvo una juventud disipada y así permaneció durante un largo tiempo en el que su madre perseveró en la oración hasta que, finalmente, fue escuchada y se produjo la tan ansiada conversión. ¿Qué hubiera pasado si santa Mónica hubiera dejado de pedirle al Señor el cambio en el corazón de su hijo? A veces nos cansamos demasiado pronto, creemos que ya hemos pedido bastante a Dios sin obtener respuesta alguna y nos rendimos… lo que quizá no sepamos es que es posible que lo estemos haciendo en el instante previo en que íbamos a obtener aquello por lo que rogábamos. La duda del último momento puede que, al igual que a San Pedro, nos haga hundirnos si no en el mar de Galilea, en el de la desesperación y la angustia.

La oración es fundamental en nuestra vida cristiana. Es la forma de comunicarnos con Jesús, de tener una conversación íntima con Él en la que cada día tendríamos algo que contarle… Pero claro… tal vez muchas personas digamos… “yo hago oración, le pido al Señor pero no me sirve de nada”. Sin embargo, deberíamos preguntarnos cómo la hacemos… ¿abrimos de verdad nuestro corazón o simplemente recitamos una serie de frases aprendidas en nuestra infancia?...

Cuando queremos conversar con alguien es fundamental que sepamos de lo que queremos hablar. De hecho, así lo hacemos cuando decimos “Tengo que ir a hablar con el profesor porque no estoy conforme con la nota de mi examen…” “Tengo que llamar por teléfono a mi amigo para ver si vamos a subir este sábado a la sierra” “Cuando vuelvas de tu viaje hablaremos de esa posibilidad de trabajar juntos…”

En todos los casos sabemos qué es lo que vamos a tratar en la conversación y contamos con la otra persona… La explicación del profesor, la disponibilidad del amigo, la conveniencia del socio… Sería absurdo intentar quedar con alguien para resolver algún tema concreto y luego no hablar de ello; por lo tanto, en la oración eficaz como en la conversación fructífera, tenemos que saber a quien nos dirigimos y lo que queremos transmitirle. Si lo hacemos así, obtendremos la respuesta… claro, que igual no es la que nosotros esperábamos… tal vez el profesor nos muestre el examen y nos haga ver nuestros múltiples errores, quizá a nuestro amigo no le venga bien quedar este sábado para subir a la sierra y nuestro hipotético socio encuentra durante su viaje a nuevos inversores con los que llevar a cabo el proyecto que tenía previsto… ¿Qué hacemos nosotros ante situaciones de este tipo? ¿Acaso abandonamos los estudios por suspender un examen? ¿dejamos de hablarle a un amigo para siempre por no haber venido con nosotros el día que queríamos hacer la escalada? ¿abandonaremos el mundo de la empresa por no haber podido participar en un proyecto concreto…? La respuesta a todas estas preguntas sería NO. Está claro que las personas no somos tan drásticas de repente en cuestiones que sabemos pueden cambiar más adelante… (el siguiente examen lo podemos aprobar, nuestro amigo puede estar disponible a partir del siguiente fin de semana, nos pueden proponer un proyecto mucho más interesante que el que íbamos a desarrollar con el anterior socio…). En definitiva, debemos perseverar y hacerlo, sobre todo, cuando las cosas no salen como esperábamos. En palabras del propio San Agustín “Quien no ha tenido tribulaciones que soportar es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad”.

En el sprint final es cuando se decide de verdad una carrera. Ningún corredor de fondo se rendiría ante este último esfuerzo porque sabe que aunque tuviera que dar de sí lo que aparentemente ya no puede, su triunfo estaría asegurado porque esa entrega total en el momento culminante le llevaría a alcanzar la meta.

sábado, 20 de agosto de 2011

Darlo todo


El vídeo que he seleccionado para esta entrada hace referencia a la entrega total, al desprendimiento en su grado máximo, a esa riqueza intangible que tienen muchas personas anónimas en su corazón... el amor. Viendo estas imágenes podemos darnos cuenta fácilmente de lo mucho que tenemos sin valorarlo, de la grandes comodidades de las que nos hemos rodeado y de cómo hemos sustituído lo básico por cosas materiales que nos hacen la vida "más fácil". Tal vez cada uno sabrá lo que merece la pena y lo que no. Si empezamos por privarnos de vez en cuandode algunas pequeñas cosas que nos gustan (un postre, un helado, una copa...) o dejamos de comprar el capricho del que teníamos ganas, empezaremos a ser más solidarios con los que nada tienen y comenzaremos a entrenarnos para vivir con alegría y compromiso el voto de pobreza.

El voto de pobreza

En los grandes eventos suele haber mensajes, palabras que destacan por encima de otras y que quedan para la posteridad como el resumen de lo que se pretendía transmitir con la celebración del acto en sí. Se trata de una idea o pequeño conjunto de ideas básicas, fácilmente entendibles por todos y pronunciadas por quien ostenta la máxima representación en el momento de transmitirlas. Así lo hemos visto a lo largo de la historia cuando el jefe de una nación conminaba a sus compatriotas a superar con esfuerzo la tragedia de una guerra o un acontecimiento devastador. Lo hacen los líderes políticos en las campañas electorales cuando incansablemente repiten en sus mítines el lema con el que aspiran a conseguir el gobierno. El entrenador deportivo que minutos antes del partido clave mira fijamente a los jugadores del equipo y les hace poner sus manos sobre la suya haciéndoles prometer que lucharán hasta el final por conseguir la victoria y, haciendo referencia al desarrollo de la JMJ en Madrid, hemos visto como el Papa también lo ha hecho ante varios miles de seminaristas.

Sin duda alguna serán muchas las impresiones que se recogerán de todo cuanto han dado de sí estas Jornadas, pero yo voy a quedarme con la petición del Santo Padre en la Misa de la Almudena: "La decisión de vivir el celibato por el Reino de los cielos, el desprendimiento de los bienes de la tierra, la austeridad de vida y la obediencia sincera y sin disimulo" son uno de los mensajes lanzados a quienes se han comprometido a seguir a Cristo por medio de la vocación. Les ha animado a que sean santo para no entrar en contradicciones "entre lo que somos y la realidad que queremos significar"....

Ufff... ahí es nada lo dicho. Imposible ser más claro, pero aún así lo fue, pidiendo a los que no estén seguros de su vocación y de lo que ésta representa que no se ordenen como sacerdotes.

A menudo os he hablado del cambio que debe darse en nuestras vidas cuando decidimos seguir a Jesús. Leyendo los Evangelios vemos como aquellos que acudían con enfermos a Él procuraban a toda costa que pudiesen tocar el borde de su manto o al menos que su sombra los cubriese porque quedaban sanos, y así ocurría. El encuentro con Cristo cambió la vida de cuantos se acercaban a Él con Fe... ¿Lo hacemos también nosotros?... El Papa ha instado a los futuros sacerdotes a ser "célibes, dóciles y austeros"... ¿es fácil lo que ha pedido? Que duda cabe que no, pero ¿acaso es fácil seguir a Jesús? ¿lo fue para sus primeros discípulos? ¿lo ha sido para quienes incluso tuvieron y tienen que entregar su vida por la causa de Dios? Luego entonces, si no es fácil tomar la decisión de seguirle, ¿cómo podremos saber si de verdad nos llama?... Bueno, tampoco hay que apurarse mucho, ¿eh? que como se dice en mi tierra, "el Señor aprieta pero no ahoga". Digamos que podemos seguir algunas pequeñas pistas para saber si vamos por el camino correcto. Por ejemplo, ¿vemos realmente como un sacrificio seguir plenamente los votos de pobreza, castidad y obediencia?... A ver, no vale engañarnos a nosotros mismos, ¿eh? :) Todo al principio requiere de un esfuerzo y todo esfuerzo supone un sacrificio. Sin embargo, y ahí está la primera pista para saber si tenemos vocación, veremos como a medida que vamos perseverando, lo que antes parecía impensable lo hacemos sin apenas esfuerzo. Para no cansar mucho en un mismo post, hablemos hoy de ese primer voto... la Pobreza...

Tanto en el clero secular como en las congregaciones y órdenes religiosas, se hace voto de pobreza. Pero ¿qué es la pobreza? ¿a qué hay que renunciar para ser pobre? ¿tenemos que hacer como los grandes santos, venderlo todo y repartirlo a los que nada tienen?... Dicho así suena bastante drástico, la verdad y muchos podrían no saber qué hacer realmente, pero pongamos un ejemplo fácil y veremos como será fácil de entenderlo. ¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de cosas que acumulamos a lo largo de nuestra vida? Unas porque nos traen recuerdos, otras por si nos hacen falta más tarde, otras porque fueron un regalo y otras, simplemente, porque las guardamos sin más. Es como si en cada uno de nosotros hubiera un pequeño síndrome de Diógenes que nos lleva a tener guardada música que llevamos años sin escuchar, los apuntes de primero de carrera que al final no te van a servir para nada, los teléfonos móviles que usaste alguna vez y que, no sabes porqué, de repente aparecen en el fondo de alguna caja... y eso por contar solamente las cosas que no usamos... Seguimos teniendo (con la excusa de que nos sirve de lapicero) aquella jarra de la cata de cerveza de Veterinaria, mecheros de cuando éramos fumadores por si hay que encender algo, y un forro polar de cuando nos daba por subir a la sierra a pesar de que llevamos años ya sin hacerlo. Todo eso lo tenemos, claro está, porque disponemos de espacio y bueno... porque, como diríamos coloquialmente, "tampoco estorba". Sin embargo, imaginad que de repente nos llaman para trasladarnos con urgencia a otra ciudad y continente porque nos han hecho la oferta de trabajo de nuestra vida, lo mejor, lo más esperado... eso sí, no hay tiempo que perder, tenemos el pasaje para esa misma noche. Ya nos tienen preparada vivienda y, por supuesto, no podemos llevarnos más que lo imprescindible... entonces nos daríamos cuenta de la cantidad de cosas que podemos dejar atrás sin que se nos parta el alma... solo hay que hacerlo con la primera... cuando la regales a un amigo o se la des al que más la necesita, te darás cuenta lo fácil que es seguir haciéndolo con las demás y verás también que no te sientes mal al hacerlo, sino todo lo contrario. Y te sientes bien, porque sabes que ese desprendimiento no es sino fruto de que te han ofrecido lo mejor, aquello con lo que llevas soñando toda la vida...

Os lo digo por experiencia. Cuando hice el Camino de Santiago me dijeron que llevara en la mochila lo indispensable... bueno, pensé que tal vez era exagerar un poco el que me insistieran en que no echase ni un polo de más... je!... menos mal que hice caso porque cuando iba por Sarriá me di cuenta como otros peregrinos deseaban tirar al río la mochila y detrás lanzarse ellos mismos... ya no podían más y vieron como una "bendición" el que aparecieran los "coches escoba"... los que habéis hecho el Camino ya sabéis de lo que os hablo... En esos momentos, desprenderte de "todo" y andar sin peso no suponía una pérdida sino todo lo contrario, se trataba de un verdadero alivio.

Ser austeros es desprendernos de los caprichos, de todos los caprichos... No se trata de pensar que vivir el voto de pobreza significa ir vestidos de harapos, no... el Señor dispuso para los hombres un mundo abundante y debemos saber utilizar los recursos que, como herramientas para hacer el bien a nuestros hermanos, ha puesto ante nosotros. He visto a personas atendidas por los servicios sociales que se gastan todo lo ganado en una campaña de recogida de aceituna en comprar la última pantalla plasma del mercado... ¿son estas personas pobres? Yo no tengo ese televisor... pero tampoco vivo en la pobreza. ¿La vive entonces el que no se va de vacaciones? Evidentemente no, hay quien no se va sencillamente porque ese año no le apetece y se queda en casa disfrutando todas las noches de barbacoas y mojitos. Entonces es pobre quien apenas come cada día... ufff... tampoco sería exactamente así, conocí a una chica que apenas se alimentaba, seguía unas dietas de lo más estrictas por aquello de mantener la línea... pero sus padres eran millonarios. En definitiva, vivir la pobreza es saber renunciar a lo superfluo para cada uno y eso, evidentemente, solo lo pude determinar el corazón de cada persona. Lo que para mí significaría una renuncia para otro sería una gozada... por ejemplo, imaginemos a alguien que tiene que renunciar a sus queridas mascotas... un camaleón y una serpiente. Para ese chico sería un sacrificio, pero seguramente para su madre el que se desprendiera de ellas sería un regalo del cielo y si hubiera estado en su mano, las habría llevado a la protectora de animales el primer día que llegaron a casa.

De todo hay que hacer un buen uso y no un abuso. No nos va a resultar sacrificado vivir la pobreza cuando gozamos con alegría de todo lo que nos da el Señor. En este mundo, lo mejor, lo más bonito... es gratis, y lo tenemos a nuestro alrededor y, con bastante frecuencia, no lo valoramos. ¿Porqué tenemos ese sentido tan estúpido de la propiedad cuando sabemos que con nada vinimos a este mundo y nada nos llevaremos? ¿Porqué se envida a veces el jardín que tiene la casa de un famoso, cuando ninguno es comparable con los parques, paseos o bosques que tenemos a nuestro alcance y nunca hemos valorado? ¿Para qué quiero que el mejor chef me prepare un almuerzo cuando tal vez soy un aficionado a la cocina y como realmente disfruto es preparando yo los platos que luego voy a compartir con mis amigos?...

En definitiva, como siempre se ha dicho, no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita... Recordemos ese sabio consejo para hacer el Camino, llevar en la mochila solo lo imprescindible... Si en nuestro corazón está Cristo, nos iremos desprendiendo de todo lo superfluo que por mucho que pensásemos nos era útil, tan sólo iba entorpeciendo nuestra marcha y es que en la "mochila" de nuestra alma, como diría Santa Teresa... con solo Dios basta.

jueves, 18 de agosto de 2011

Firmes en la Fe


La vocación es una llamada a la Fe en Cristo Jesús. No podríamos seguir a alguien en quien no confiamos por lo que ese compromiso es la base sobre la que debe sustentarse nuestra vida de cristiano, ya sea como sacerdote, como religioso o religiosa, o bien como laico soltero o casado. En todos los casos debe prevalecer nuestra firmeza en la Fe.

Bandera discutida

Cristo ya anunció que sería bandera discutida, que sus enseñanzas provocarían divisiones entre hermanos y que su causa traería persecuciones y condenas… Nos previno de los padecimientos y sacrificios que conlleva la búsqueda de la Verdad eterna, pero nosotros, cómodos cristianos, parece que lo olvidamos con frecuencia… Apartamos a Dios de nuestra vida social y lo dejamos sólo para la intimidad y las visitas al Sagrario… Procuramos no hablar mucho del Señor con los amigos o en las conversaciones habituales del trabajo o la familia por temor a que nos señalen como a Pedro en el patio del sumo sacerdote. Tememos que nuestro entorno reaccione mal si abiertamente y con la mayor naturalidad nos manifestamos seguidores de Jesús.

Ayer pudimos ver como en las calles de Madrid grupos de personas increpaban a otras por el simple hecho de mostrar públicamente su fe y su respeto por el cabeza visible de la Iglesia. Las fotografías hablan por sí solas y los foros de Internet en los que se han ido comentando las noticias referentes a la JMJ han destilado intolerancia, extremismos y, sobre todo, un desconocimiento del hecho religioso en la mayoría de los que plasmaban sus opiniones.

Se repetían una y otras vez las consabidas soflamas que se han venido utilizando siempre contra la Iglesia desde el siglo XIX y de poco valían las argumentaciones sobre los tan cacareados “costes” de las Jornadas que esgrimían algunos foreros. La consigna del ataque ya estaba lanzada y aunque destacados miembros del Gobierno (al igual que ya se hiciera por parte de la organización del evento) insistiesen en que nada aportaban las arcas públicas sino, todo lo contrario, que incluso saldrían beneficiadas, el caballo de batalla siguió adelante y seguirá hasta incluso después de la visita del pontífice.

¿Y qué hacemos los católicos?, es más…¿Qué hacemos los que queremos tener un compromiso mayor con Cristo?... lamentablemente, en la mayoría de las ocasiones, nada… Nuestro miedo nos puede, parece que queremos cumplir con Dios y con la sociedad encerrando a la religión en las sacristías… Se ha reducido cada vez más el tiempo de las celebraciones litúrgicas, se han eliminado los hábitos de numerosas congregaciones, incluso dentro del propio clero se mira como “bicho raro” al fiel que pretenda recibir la Comunión arrodillado.

Casi sin darnos cuenta, hemos ido arrinconando a Dios en nuestras vidas de manera que, por ejemplo, ningún joven tiene problema en decirle a sus familiares y amigos que quiere entrar en el INEF después del bachillerato pero le da mil vueltas antes de decirles que va a entrar en el seminario. ¿Y qué ocurriría si un joven dijese abiertamente que desea ingresar en la Orden de la Cartuja?... Es muy probable que hasta su propio párroco comentase a los más cercanos… “es que este chico es un poco raro”.

Hemos acomodado la religión a nuestras vidas y dejado atrás el compromiso firme de cambio que requiere el seguir a Jesús. Queremos hacer voto de pobreza pero no renunciamos al móvil, ni al coche, ni a ver las pelis que nos gustan, ni a conectarnos a Internet cada vez que nos plazca… Queremos seguir a Cristo pero nos avergüenza decirlo públicamente en un ambiente hostil. Somos capaces de tener largas conversaciones sobre nuestro equipo de fútbol pero pensaríamos que está fuera de lugar hablar de Dios a los amigos cuando estás en la playa… En el fondo, no es de extrañar que haya muchos que atacan visceralmente a la Iglesia... nosotros, como parte integrante de ella, no hemos sido capaces o nos ha avergonzado transmitir su mensaje, que no es otro que el mensaje de Cristo.

Busquemos lo auténtico y empecemos por vivir nuestro compromiso personal, ese cambio al que tantas veces me refiero, un cambio de vida, de actitudes, que se va haciendo de manera progresiva y discreta a medida que vamos entendiendo lo que es la vocación, no ya religiosa o clerical, sino la vocación de cristiano. Esa a la que todos estamos llamados y a la que tantas veces hacemos oídos sordos. Un abrazo a todos.

lunes, 8 de agosto de 2011

Ven y verás


La vida contemplativa en un monasterio de dominicas también podría ser lo que espera Dios de ti... sólo las jóvenes más valientes se deciden a descubrirlo.

Una felicitación

Hoy celebramos el día de uno de los santos más importantes nacidos en España. El burgalés Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores o Dominicos, ha sido siempre muy considerado por la Iglesia hasta el punto que el propio papa Honorio III en una carta fechada el 4 de febrero de 1221 y dirigida a todos los obispos recomendaba la fundación del Santo indicando que Domingo y sus seguidores habían sido "nombrados para la evangelización del mundo entero". Poco antes, en otro de sus escritos, les llamaba pugiles fidei (caballeros de la fe, defendiéndola contra todo el que se oponga a ella). A este menester se consagró la Orden conjugando la predicación de la Palabra, como hoy día siguen haciendo los padres dominicos, con la Oración y la vida contemplativa que permanece muy especialmente en los monasterios femeninos de clausura.


Antes de concluir el día y como no podía ser de otra manera, quisiera felicitar de corazón a los miembros de la familia dominicana y darles las gracias por la importante labor que desarrollan como fieles herederos de quien, a través del Santo Rosario, nos dejó la mejor manera de alabar a María.

P.D.- Si el Señor os llama, no dejéis de conocer el carisma de esta Orden pues tal vez quisiera para vosotros que os convirtáis en esas antorchas que sigan iluminando con la luz del Evangelio a todos los pueblos (http://ser.dominicos.org/contactanos) (http://www.jovenesop.org/quiero-ser/que-es-la-vocacion).

jueves, 4 de agosto de 2011

El Camino, la Verdad y la Vida


Tanto hemos andado... tanto nos queda por andar... A veces, como los discípulos de Emaús vamos caminando sin darnos cuenta de que Cristo nos acompaña... En el momento en que lo descubramos ya nunca nos querremos separar de Él.

Buscando un camino

En la vida hay muchos caminos y tomar el más acertado es algo que, evidentemente, nos preocupa. Cuando emprendemos un viaje hacia un destino en el que no habíamos estado antes, siempre procuramos consultar mapas de carreteras, preguntar a quien ya hizo antes el mismo trayecto, entrar en Internet para conseguir aquellos datos que consideramos importantes. En definitiva, tratamos de estar lo más seguros posible antes de partir. Sin embargo, ¿qué ocurriría si para llegar a ese lugar hubiese un camino diferente para cada persona? ¿a quien podríamos recurrir entonces para que despejase nuestras dudas? ¿Quién nos diría el tiempo que tardaríamos en llegar o las dificultades que nos podríamos encontrar durante el viaje?...

Querer encontrar respuestas a través de comparativas no nos sería del todo útil porque, efectivamente, en la vocación religiosa, cada uno tiene un camino especial que recorrer y, aunque a ojos de los demás, puedan resultar parecidos los que emprenden quienes desean llegar a un mismo destino, lo cierto es que en cada caso hay sus particularidades.

A menudo se han orientado muchas vocaciones por la experiencia de otros. De este modo, es común que un novicio agustino o jesuita haya estudiado antes en alguno de los colegios que mantienen estos religiosos y lo mismo ocurre con quien siendo acólito en su parroquia, entra en contacto con el seminario y al final acaba siendo sacerdote.

Nos guiamos, tal vez demasiado, por las experiencias de los demás y, aunque no es que sea algo negativo en absoluto, sí que nos impide escuchar la llamada de Cristo en nuestro corazón y pedirle que sea Él quien nos guíe por el camino más adecuado para nuestra vida.

Sé que esto que digo es difícil porque para ello es necesaria una confianza total y absoluta en el Señor y eso le faltó incluso a sus primeros discípulos que aún estando con Él en la barca, le despertaron temiendo hundirse en medio de la tormenta. Nosotros también dudamos y tememos ahogarnos en la adversidad, creemos entonces que Dios “está dormido”, no se da cuenta de las dificultades (reacción de la familia y amigos, temor a equivocarse, dejar atrás relaciones de pareja…) que encontramos al aceptar la vocación y no hace nada por ayudarnos a superar esos problemas para poder seguirle. Sin embargo, ante esas contrariedades u otras de las muchas que hay en la vida, qué pocas veces nos mantenemos calmados con la absoluta confianza en quien mandó callar a los vientos y las aguas en aquel lago de Galilea. “¿Porqué sois tan cobardes? ¿Dónde está vuestra fe?”... ¿Cuántas veces escucharíamos hoy esas mismas preguntas de boca del Maestro? ¿Cómo queremos acertar en nuestro camino si nos fijamos más en cómo les ha ido a los unos o lo que dicen los otros para tomar nuestra decisión, en lugar de sacar fuerzas cuando más cansados estamos y decirle al Señor: “Llevo bregando toda mi vida y no he conseguido encontrar ese camino, pero por Tu palabra lo volveré a intentar una vez más”?

Creedme si os digo que será en ese momento cuando habremos acertado plenamente y las dudas y problemas se disiparán. Pero hay algo a tener en cuenta, como Pedro y los demás habían faenado toda la noche sin pescar nada antes de aquella pesca milagrosa, nosotros también tenemos que intentarlo, esforzarnos y seguir confiando aunque haya momentos en los que no veamos los resultados. Será junto cuando nos sintamos más decaídos cuando el Señor nos ayudará. El milagro está ya preparado para nosotros, solo tenemos que confiar con toda nuestra alma y Dios, como buen Padre, nos indicará el camino que deberemos tomar para alcanzar la vida eterna.