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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







Me agradará enormemente compartir vuestras alegrías, pero mucho más lo hará el que podamos superar juntos las dificultades que se nos presenten en la que, sin duda, será la mayor aventura de nuestras vidas. Para ello podeis escribirme cada vez que lo deseeis a escalandolacima@gmail.com




sábado, 20 de octubre de 2012

Cómo descubrir la vocación (II)

Hace unas semanas escribía la primera entrada sobre el discernimiento vocacional y hoy continúo haciéndolo con la intención de ofrecer una pequeña ayuda a quienes buscan que la vida les ofrezca algo más. 

La llamada de Dios es algo personal y único. Cada caso es diferente y no podríamos generalizar pensando que la experiencia de una persona es la que van a tener todas. No, el Señor nos conoce y nos llama por nuestro nombre. Tiene un plan especial  para cada uno de nosotros y, por tanto, cada vivencia será irrepetible. Sin embargo, hay una serie de pasos que nos ayudarán a escuchar la voz de Jesús, que nos servirán para saber responderle y nos guiarán en el camino que estemos dispuestos a recorrer. En la ocasión anterior hablábamos de tres de ellos, descubramos ahora otros dos más.





La reflexión será el siguiente paso que deberemos dar para descubir si realmente tenemos vocación religiosa. Recordemos lo que decía San Lucas en su Evangelio:

“Si uno de ustedes quiere construir una torre ¿no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”. Lc 14, 28-30

La vocación es una empresa demasiado grande y si verdaderamente estamos comprometidos con ella será para toda la vida. Por ese motivo no podemos lanzarnos sin antes reflexionar sobre la vida que pretendemos abrazar.


Debemos pensar en cuáles son nuestras capacidades y limitaciones, si podríamos vivir las exigencias que implica la vocación, aunque para ello contemos, por supuesto, con la ayuda del Señor. 


¿En qué signos concretos te basas para pensar que Dios te llama? ¿Qué razones en favor y en contra tienes para emprender ese camino? ¿Qué es lo que te atrae y qué lo que no te gusta de ese estado de vida?
 

Cuando Jesús nos llama, desea que nos comprometamos de manera responsable, utilizando nuestra inteligencia para buscar la vocación. Con la luz del Espíritu Santo podremos descubrir lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, pero es muy importante que sepamos que siempre surgirán dudas. La vocación no es algo así como tener un contrato firmado con Dios, donde Él te revelara su voluntad. Todo será mucho más sutil y lo que encontraremos realmente serán signos que nos irán indicando cuál podría ser el proyecto de amistad que tiene para cada uno de nosotros.

Al descifrar esos signos podrás tener certeza moral de su llamada. Yo tengo certeza absoluta de que no puede haber un círculo cuadrado, y tengo certeza moral de que la silla en la que estoy sentado no se va a romper. La certeza moral es la que necesitas para actuar.


Al dar este paso podrás decir: “Creo que Jesús me llama”. “Creo que, con la ayuda del Espíritu Santo, podré responder”.


Una vez que hallamos dedicado el tiempo suficiente a reflexionar sobre nuestra vida, llegará el momento de tomar la Decisión:

“Te seguiré vayas adonde vayas” dice San Lucas en su Evangelio.

Habiendo descubierto lo que Dios quiere de ti, decídete a seguirlo. Tomar tal decisión es difícil. Sentirás miedo. Tus limitaciones te parecerán montañas: 


“¡Ay Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho” (Jr 1, 6). 


Sin embargo, a pesar de tus limitaciones -o mejor con todas ellas-, responde como Isaías:


“Aquí estoy, Señor, envíame” (Ls 6, 8).


Decir el “sí” con el cual comprometes toda tu vida es una gracia. Pídele al Espíritu Santo que te dé esa capacidad de respuesta. No afrontar la decisión equivale a desperdiciar tu vida.
Para iniciar el camino de la vocación no esperes tener certeza absoluta de que Dios te llama (“el contrato firmado”); te basta la certeza moral. La decisión es un paso en la fe; en un acto de confianza en tu amigo Jesús.


Al decidirte a seguir radicalmente a Jesús es normal que tengas dudas de si podrás con las exigencias y si llegarás al final. Pero de lo que no puedes dudar es de lo que tú quieres.
 

Al dar este paso podrás decir: “Quiero consagrar mi vida a Dios en el servicio de mis hermanos”. “Quiero ingresar en esta congregación religiosa”. “Quiero ser sacerdote”.

Si finalmente has llegado a tomar esta decisión, cuenta con mis oraciones y, por supuesto, tienes abierta esta página para expresar libremente tus sentimientos. Piensa que aunque decíamos que cada persona puede percibir la llamada del Señor de una manera diferente, las experiencias de los demás pueden ser el impulso que necesiten para decidir con valentía entregarse por completo a esa amistad tan especial que Jesús les está brindando.

lunes, 1 de octubre de 2012

El "caminito" del alma

No hace demasiado tiempo, un amigo y colaborador de esta página me comentaba la triste realidad de que apenas se leen ya vidas de santos. No por parte de personas laicas, no, sino incluso por parte de las consagradas. Parece como si ese individualismo tan destructivo que nos invade centrase todos sus esfuerzos en que cada uno viva de manera independiente su vida, pensando que poco tendríamos que aprender de aquellos que nos precedieron. 

Pues bien, qué mejor manera que empezar por este blog, y como tal, incluir una serie de biografías para conocer más de cerca a quienes, con su ejemplo, nos siguen indicando mil formas para llegar a Dios. 

Hoy la Iglesia celebra a Santa Teresa de Lisieux o Santa Teresita. De ella, a pesar de su corta vida, se podría realizar una amplia biografía, pero ¿quien mejor que unas carmelitas para que nos hablen de la vida de aquella joven que, sin salir del convento, llegó a convertirse nada menos que en patrona de las Misiones?

Aquí tenéis unas notas sobre esta santa universal y... bueno... también una película, para aquellos a los que les cueste más leer o para los que deseen conocer más de cerca una historia de verdadero amor.


Santa Teresita del Niño Jesús


Su vida es tan sencilla como maravillosa. Nunca hizo nada fuera de lo ordinario, pero todo lo hizo con extraordinario amor. Y es precisamente, este camino de pequeñez lo que la ha hecho grande a los ojos de la Iglesia. Vivió tan sólo 24 años y no pisó nunca un aula universitaria, ni siquiera traspasó los muros del convento del Carmen de Lisieux, donde ingresó a los 15 años; y aún así esta joven carmelita es considerada una de las más grandes maestras de espiritualidad de todos los tiempos.

Su historia es la de un alma sencilla y profundamente humilde que encontró en el amor la clave de la existencia humana. Aunque breve, su vida fue un testimonio permanente del inmenso valor de la oración y de los pequeños actos realizados por amor. Tanto es así que gracias su acción oculta y silenciosa llegó a convertirse en patrona universal de las misiones sin haber salido nunca del convento.

El ejemplo de Santa Teresita nos invita a una santidad sin complicaciones, que aprovecha cada instante de la vida cotidiana para amar y para servir a los demás. La suya no es una doctrina académica, sino una doctrina de vida que propone el camino de la infancia espiritual, la confianza absoluta en Dios y el total abandono en su amor misericordioso.

Como ella misma lo dijo alguna vez: "Permanecer pequeño es reconocer la nada de uno, esperarlo todo de Dios, como el niño lo espera todo de su padre; no inquietarse por nada, no procurar llegar a ser rico... Ser pequeño significa también no atribuirse a sí mismo las virtudes que se practican juzgándose capaz de algo, sino reconocer que Dios pone ese tesoro de virtud en la mano de su hijito para que se sirva de él cuando lo necesite... Consiste, en fin, en no desanimarse por las propias faltas, pues los niños caen a menudo, pero son demasiado pequeños para hacerse mucho daño".

En un mundo como el nuestro, racionalista y cargado de hedonismo, la sencillez de esta Santa resulta de una eficacia única para esclarecer el espíritu y el corazón de los que tienen sed de verdad y de amor.

En 1997, el Papa Juan Pablo II la declaró Doctora de la Iglesia, convirtiéndose así en la más joven de todos los merecedores a este prestigioso reconocimiento reservado a hombres de la estatura espiritual de Santo Tomás de Aquino, San Agustín o San Juan de la Cruz. Santa Teresita es nuestra más amada Santa y Hermana de la Iglesia.


 

Nota: Para aquellos que quieran profundizar más sobre su vida o conocer sus obras completas, pueden dirigirse al siguiente enlace: www.carmelnet.org