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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







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martes, 12 de julio de 2011

"Apresuraos, os lo suplico"


Es muy fácil, facilísimo, perder la vocación en mitad del mundo. El demonio se sirve mucho de este estado en el que la persona no está armada, aún, con un ambiente poco provocador y de gran devoción.
 
La persona que vive todavía sin poder cumplir la Voluntad de Dios vive en una guerra tan extremadamente crucial que más le valdría poner todos sus empeños en salir victorioso; de otra forma estará en juego su misma salvación. Es una lucha cruenta en la que el enemigo pone todo de su parte, sirviéndose del mundo, de la carne y de nuestras debilidades para conseguir su objetivo.

Hay que tener claro que por nada del mundo permitirán “los de abajo” que el Señor sea bendecido en otro corazón-sagrario más. Cada persona, con su libertad, tiene mucho valor pero, a la vez, es extremadamente débil. Llegar a tomar conciencia de esta gran verdad es un paso enorme hacia esa victoria de la que hablamos. Las cosas se deben llamar por su nombre, con mucha humildad, pero sin obviar nada, que el Señor no nos quiere tibios. Por eso, les dejo con San Alfonso María de Ligorio que en su libro “La vocación religiosa” nos dice:

"Las luces que el Señor nos comunica son pasajeras y no permanentes; por esto nos aconseja SANTO TOMÁS que respondamos sin tardanza a los divinos llamamientos. Se pregunta en la Suma Teológica si es laudable entrar en religión sin pedir consejo a muchos y sin deliberar largamente, y responde afirmativamente, dando por razón que en los negocios de bondad dudosa es necesario el consejo y la madura deliberación; mas no en esto de la vocación, que es a todas luces bueno, puesto que el mismo Jesucristo lo aconseja en el Evangelio, pues de todos es sabido que la vida religiosa es la práctica de los consejos que nos dio el divino Maestro.

Es cosa sorprendente ver cómo las gentes del siglo, cuando una persona trata de entrar en religión y llevar vida más perfecta y libre de los peligros que se corren en el mundo, dicen que tales resoluciones hay que tomarlas muy despacio y con calma, y que no se deben llevar a la práctica hasta quedar plenamente convencido de que la vocación viene de Dios, y no del demonio. ¿Por que no piensan y hablan de la misma manera cuando se trata de aceptar una dignidad, un obispado, por ejemplo, donde hay tanto peligro de perderse? Entonces se callan y no dicen que se deben tomar las debidas precauciones para cerciorarse si la vocación viene o no de parte de Dios.

SANTO TOMÁS dice que, aunque la vocación religiosa la inspirase el mismo demonio, aun en este caso habría que seguir su consejo, por ser excelente, no obstante venir de nuestro capital enemigo. Y SAN JUAN CRISÓSTOMO, citado por el mismo Santo Doctor, dice que cuando Dios nos favorece con semejantes inspiraciones exige de nosotros tan pronta obediencia, que ni por un instante siquiera vacilemos en seguirle. La razón es porque Dios, cuando ve a un alma rendida a su voluntad y mandamiento, se complace en derramar sobre ella a manos llenas sus gracias y bendiciones; y por el contrario, las dilaciones y tardanzas le desagradan tanto, que luego le encogen la mano y le obligan a alejarse con sus luces y gracias, dejando al alma casi abandonada y sin fuerzas para seguir los impulsos del llamamiento divino.
 
Por esto dice SAN JUAN CRISÓSTOMO que cuando el demonio es impotente para hacer abandonar a uno la resolución de consagrarse a Dios, se esfuerza por estorbarle que la lleve luego a la práctica, seguro de sacar no poco provecho cuando consigue que se prolongue la estancia en el mundo un solo día y hasta una sola hora; porque confía que durante ese día y esa hora se le han de presentar nuevas ocasiones harto propicias para lograr mas largas dilaciones, y el alma, por su parte, cada vez más débil y menos asistida de la gracia divina, cede al fin a los impulsos del demonio y abandona la vocación. ¿Quién podrá decir las almas que han sido infieles a los divinos llamamientos por no haber respondido luego a la VOZ de Dios? Por esto SAN JERÓNIMO dirigiéndose a los que se sienten llamados a abandonar el mundo, les dice: "Apresuraos, os lo suplico, daos prisa; y mejor que desatar, romped las amarras que detienen en la ribera vuestra barquilla".

Oigamos lo que dice SAN FRANCISCO DE SALES en sus obras acerca de la vocación religiosa;
"Señal de verdadera y buena vocación es sentirse alentado a seguirla en la parte superior del alma, aunque no se experimente algún gusto sensible. Por tanto, no debe creerse que no tiene verdadera vocación el alma que, aun antes de abandonar el mundo, ha dejado de sentir aquellos afectos sensibles que al principio experimentaba, y que en cambio siente tanto disgusto y frialdad, que le hacen vacilar, dándolo todo por perdido. Basta que la voluntad permanezca firme y dispuesta a seguir el divino llamamiento, y aun menos: basta que sienta alguna inclinación hacia la vida religiosa. Para saber si Dios llama a uno a la religión, no hay que esperar a que el mismo Dios le hable, o le envíe un ángel del cielo que le declare su voluntad. Tampoco es menester someter nuestra vocación a un examen de diez doctores para saber si debemos o no seguirla; lo que si importa mucho es corresponder y cultivar el primer movimiento de la inspiración divina, y luego, no turbarse ni desalentarse por los disgustos y frialdad que sobrevengan; obrando así, Dios se encargará de que redunde todo en su mayor gloria.”

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