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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







Me agradará enormemente compartir vuestras alegrías, pero mucho más lo hará el que podamos superar juntos las dificultades que se nos presenten en la que, sin duda, será la mayor aventura de nuestras vidas. Para ello podeis escribirme cada vez que lo deseeis a escalandolacima@gmail.com




lunes, 30 de agosto de 2010

Madre Antonia de Jesús I (en proceso de beatificación)



La Venerable M. Antonia de Jesús, nace en una época en la que se pensó en Dios con una intensidad como nunca antes ni después volvería a ocurrir en España. Era el siglo de Oro.

El s.XVII estuvo lleno de monjas que por impulso propio y sobre todo bajo presión de sus directores espirituales escribían autobiografías.
Algunas dejaron sus obras manuscritas, como ha ocurrido con la M. Antonia de Jesús.
Sus escritos y la memoria de su vida han sido conservados durante tres siglos, como reliquias en los conventos por ella fundados.

Antonia de Jesús nos narra sus experiencias fundacionales en nueve cuadernos que escribió en la Villa de Chiclana de la Frontera Cádiz, su penúltima fundación.
Los cuadernos nos narran la obra fundacional de Antonia desde que nace en ella la vocación religiosa a la edad de 19 años hasta los primeros años de la fundación de Chiclana. Abarcan un periodo de treinta y nueve años comprendidos entre 1631 a 1670.

VIDA (I)

ANTONIA DE JESÚS , en el siglo ANTONIA LÓPEZ JIMÉNEZ, nació en Pastrana (Guadalajara) el 24 de junio de 1612. A la edad de 6 años marcha con su familia a Granada.

Miembro de una familia profundamente cristiana en la que todos sus componentes, al margen de su sexo, desde la más tierna infancia accedieron a la lectura. Desplegará durante toda su vida una gran inclinación hacia el estudio, como nos indica en sus escritos.

Su encuentro con Teresa de Jesús, seguramente a través del libro de su vida, motivarán su vocación religiosa. El 24 de junio de 1634, a la edad de 22 años, tomaba el hábito de beata de San Agustín, en la iglesia del convento recoleto de Nuestra Señora de Loreto, en el barrio del Albaicín granadino.
Dos años más tarde, el dos de abril de 1636, daba comienzo su experiencia de vida religiosa en comunidad fundando su primera casa, el beaterio del Albaicín, próximo a la casa de los recoletos, al frente de la cual estará durante 7 años. El beaterio sería transformado en convento el 10 de octubre de 1668 integrándose en la Recolección de forma oficial el 30 de noviembre de 1676. Continuará....


ESPIRITUALIDAD I

ABSOLUTA E ILIMITADA CONFIANZA EN LA PROVIDENCIA DE DIOS.

“Me alentaba en la esperanza de la Providencia de Dios de tal suerte que les decía a las compañeras hermanas, no tienen que temer que les falte nada de lo temporal, que Dios lo está cuidando”.

POBREZA EVANGÉLICA Y SENCILLEZ EN LA FORMA DE VIDA.

“Nuestra comida era lo más ordinario pan y agua, y el día de mucho regalo, hierbas cocidas y aunque mi padre nos enviaba otras cosas como pescado y huevos gastábamos poco en casa, porque se daba a los pobres.”

INTENSA VIDA DE ORACIÓN Y RECOGIMIENTO.

“Teníamos todos los días muchas horas de oración y a las doce rezábamos los maitines y teníamos después un hora de oración y los días de fiesta había de ser todo el día y la noche. “
"Es gran medio la oración para conseguir grandes cosas cuando se hace con fe y esperanza."


PRESENCIA CONTINUA DE JESÚS SACRAMENTADO.

“Dábanles licencia para que recibiesen a nuestro Señor todos los días, que por este medio conseguían la fuerza y fortaleza…y fue este Señor Sacramentado, toda nuestra fuerza, nuestra conversación, nuestra guía, nuestra defensa y nuestro bien.”


DEVOCIÓN A LA VIRGEN Y A LOS SANTOS.

“Fue menester la intercesión de muchos santos, y sobre todo de la Reina de todos los santos que Ella fue la principal intercesora a quien de noche y de día clamábamos en especial rezándole su rosario con mucha devoción a coro todas se lo rezábamos todos los días.”

sábado, 28 de agosto de 2010

La elección de los hermanos

Hoy celebramos el nacimiento en el cielo de San Agustín. Quiero felicitar a todos los que os llamáis Agustín y a todos aquellos que de una forma u otra siguen la espiritualidad agustiniana. Desde aquí mi más sincera felicitación con todo el corazón.

Como sabemos son muchas las órdenes que siguen la regla de San Agustín. He tenido la gran suerte de conocer a comunidades muy santas que siguen esta regla, ya no en teoría, sino también en práctica, es decir, que hablar con ellos es adentrarse más en el corazón de San Agustín y del mismo Cristo.

Este verano he tenido la oportunidad de leer las “Confesiones”, obra autobiográfica escrita por este santo. Es ahí donde descubrí la “espiritualidad del corazón”. Como consagrado al Corazón de Cristo podría contaros muchísimas cosas que he descubierto gracias a esta santa lectura. Pero hoy creo que es más importante que os hable del otro gran descubrimiento.

A menudo me pregunto cómo vivir más fielmente la vocación en medio de este mundo. Reconozco que las primeros capítulos del libro, me turbaron muchísimo. Lo mismo me ocurrió con San Francisco de Asís. Pero, en ambos casos, sentí una gran felicidad cuanto más profundizaba pues veía la forma que tenía Dios de actuar.

Me da la sensación de que cuando vemos unas vidas llenas de tanto pecado y que luego tanto se llenan de Dios y de virtud, hacemos una lectura rica pero una práctica pobre. O eso es al menos lo que a mi me ocurre.

Gracias al grandísimo Amor de Dios, ellos fueron recibidos en su Corazón a pesar de los pecados. Y tanto supieron aprovechar esta oportunidad, que son ejemplos hoy día. Así, pues, tenemos una forma genial de vivir nuestra vocación de una forma más fiel al Evangelio: el hermano pecador. Es ahí donde tenemos una gran oportunidad de amar a Cristo.

¡Podemos aprender muchísimo! Creo que poco me equivoco cuando pienso que acoger es el verbo que menos practicamos. Acoger al pecador nos cuesta, mucho. La caridad intentamos llevarla a la práctica con los hermanos de la parroquia, con la familia e incluso con los pobres o los enfermos. Ahora bien, ¿y con los pecadores? Debo reconocer que más de una vez he querido confesarme y han tenido que pasar muchos días hasta ver a un sacerdote en un confesionario tanto aquí, en Granada, como en Madrid y en mi pueblo. Pues bien, si vemos estas cosas, podemos cambiarlas. Aquel que molesta es aquel por el que vino Dios a la Tierra.

Despreciar al pecador nos crea una doble sensación: pensamos que nosotros no somos “tan pecadores” y eso nos lleva una altivez para nada cristiana. Os animo a que acojamos a nuestros hermanos pecadores, y con pecadores me refiero a todos, sin ninguna excepción, a todos los hermanos, sin discriminar a uno u a otro. Todos somos pecadores, no sólo los que se les conoce públicamente el pecado.

Os encomiendo a María, refugio de los pecadores. La vocación sólo tiene sentido si va orientada a los hermanos, a todos los hermanos.

martes, 24 de agosto de 2010

El Cielo

Hermanos, esta noche seré muy breve. Quiero agradeceros a todos las oraciones, de corazón.

Han pasado varios días desde la Solemnidad de la Asunción de María. Siempre he pensado que es un día muy vocacional. Por eso mismo lo trato una semana y media después. Todos los católicos tenemos la gran suerte de celebrar este día con doble alegría: sabemos que María es la Madre que nos espera y se preocupa en el cielo, y, además, sabemos cual es el premio de ser fiel a nuestra vocación.

María, por ser fiel en todo, absolutamente en todo a Dios, se ganó el cielo por anticipado. Así pues, seamos fieles a nuestra vocación, hermanos y confiemos en la Misericordia de Dios. Aspiramos al cielo, a estar junto a Dios, a ser santos. Y esto mismo fue lo que dijo el Papa en la homilía de esta Solemnidad:

“Es el Amor de Dios el que vence la muerte y nos da la eternidad, y a este Amor lo llamamos cielo"

Todo queda dicho. Tan sólo os dejo con un fragmento de uno de los mejores poemas místicos (a mi entender) que resume muy bien como llegar a Dios. Os encomiendo a María.


Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.


Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y, con todo, en este trance
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto,
que le di a la caza alcance.

San Juan de la Cruz

sábado, 21 de agosto de 2010

Agradecimiento y reflexión


Desde aquí, en esta plataforma, quiero hacer públicas las gracias a Sor Cecilia por la concesión del premio "RECONOMIENTO DE VALORES". Ella, en su blog "Estoy a tu lado" publicó un listado con las personas a las que les entregaba este premio el dia 6 de agosto. Como bien sabéis, estamos a día 21 de agosto. Este lapsus en el tiempo se debe a que no leí bien dicha entrada. Desde aquí, pido disculpas a todos los blogueros que de alguna forma se hayan podido sentir ofendidos en con este asunto. Para todos este premio. Y, siendo fiel a la Verdad, os doy las gracias también por el mejor premio que me dais día a día: la oración.

Hoy, me gustaría hacer una breve reflexión sobre el asunto de los premios. Hermanos, desde el nacimiento de este blog, toda palabra escrita ha sido meditada, consultada y amada. Este ha sido y seguirá siendo el estilo de este blog hasta que Dios quiera que tengamos que cerrarlo.

Tengo, como bien sabéis, 21 años. Creo, si no me equivoco, que soy uno de los blogueros más jóvenes (no el que más) en cuanto a blogs vocacionales se refiere. Soy plenamente consciente de que mi corta experiencia me lleva a equivocarme. Me gustaría que sigais como hasta ahora: corrigiendome como tan bien lo hacéis.

Desde esta perspectiva, y sabiendo que no todo son defectos pues la Gracia de Dios concede dones, es desde donde arranca esta reflexión.

Siempre, a cada uno, os tengo presentes en mi oración. Mi habitación tiene muy poquitas cosas, pero, en la pared, tengo una hojita con la siguiente reflexión:

Santo Domingo de Guzmán tuvo una revelación. En la capilla le suplicó a la Virgen que lo ayudara, pues no estaba logrando casi nada con sus tareas evangelizadoras. La Virgen se le apareció y desde entonces se sintió animado en la predicación del Evangelio. Fruto de este celo de predicación, Santo Domingo pudo realizar una notable labor en la conversión de los herejes albigenses. Agotado de tanto predicar, volvió a tener una revelación en la que le dijo la Virgen: "Domingo, siembras mucho y riegas poco". Esta experiencia le persuadió a orar más, a tener más contacto personal con Dios pues toda actividad, para que sea fecunda, debe estar regada generosamente con la oración.

A veces me ocurre que mucho hago y oro poco. Justo ahí es cuando aparece esta reflexión. ¿Por qué os cuento esto? Llevo en el proceso vocacional varios años y me he encontrado con todo tipo de formas de vivir la vocación. Todas tenían un factor común: la oración. ¿Qué tiene que ver esto con los premios que se conceden en el blog?

Debo confesaros que descubrí, desde temprana edad, lo dificilísimo que me es guardar la humildad. Pues, me di cuenta, que ser humilde no es sólo ser obediente. La humildad consiste en amar a todos, desde mi propia experiencia. Este Cristo, que tanto ama, que es el que más ama, fue el más humilde y recordemos: en la cruz, fue obediente pero, y sobre todo, amó más que nadie. Así, pues, la humildad viene unida intrínsecamente al Amor.

¿Qué es el Amor, pues? No soy teólogo. Tan sólo os diré lo que dice nos dicen las Sagradas Escrituras: Dios es Amor. Sino tengo amor, nada soy. Esto no es nuevo para ninguno, imagino. Lo que sí fue muy nuevo para mí fueron los premios que se recibían por aquí. Desde el primer momento no entendí la finalidad de estos premios, y, hermanos, os confieso, no me cuadra del todo. ¿No es acaso Cristo nuestro Premio? ¿No es ese Amor el mayor Premio de todos? Yo recuerdo mucho a San Pablo: "Ambicionad carismas mejores" (1 Co 12).

¿A dónde quiero llegar? Pues bien, hermanos, quiero llegar a agradeceros a todos los premios que dais. Pero, a la vez, quiero haceros ver el peligro que corro personalmente: faltar a la humildad. Pues no ambiciono premios, sino al Señor, que el resto se me dará por añadidura. Si no hubiera sido por la oración y la Gracia de Dios, os aseguro que muchas veces no habría puesto ningún premio.

Una vez expuesto, quiero consultaros a todos una duda. Como cristiano, católico y universitario, busco la Verdad. En esta búsqueda de la verdad me he tropezado con muchas cosas, con muchas contradicciones que no supe resolver, y con mucho dolor. Pues bien, siendo fiel a la Verdad debo haceros a todos una pregunta. Hoy, en esa búsqueda de la Verdad y tratando estos temas de los premios, me he encontrado con la mayor duda que nunca tuve. Estoy preocupado hermanos.

Llegó a mí la siguiente frase: " Dios no te la va a cuidar (la vocación) , en eso te equivocas, él te puede dar luz, pero tu tienes que tener los ojos abiertos sino no lo vas a ver".

Simplemente me gustaría que alguien me la aclarase pues la oración, la meditación y la biblia bien me dicen otra cosa y supongo que estaré equivocado. Sólo os pongo de ejemplo a Santa Teresita: ser un niño pequeño, que no se preocupa de la vocación, sólo ama a Dios.

De verdad, os animo a que siempre busquéis el Amor de Dios, os dejéis amar y luego améis. Como bien sabéis, este tipo de entradas no me gustan nada pero hay que ser fiel a la Verdad, siempre fiel. Y recordad lo que decía la Madre Teresa de Calcuta: "siempre habrá quien vea mal cuando hacéis el bien; haced, por tanto, siempre el bien." A Nuestra Madre María os encomiendo.

viernes, 20 de agosto de 2010

¿Sabemos esperar?

Hermanos, esta entrada va dirigida a todos vosotros de una manera especial.

El día a día del verano poco a poco va acabando, ¿verdad? Aunque algunos aún vivamos con el ritmo del verano, ya tenemos la mente puesta en comenzar de nuevo las actividades cotidianas. Todas las cosas parecen volver a su cauce. Se oyen por ahí eso de "depresión postvacacional".

Bien, comencé el verano diciendo que esta estación nos permite acercarnos más a Dios pues tenemos más tiempo para dedicarselo. Sin embargo, al principio, admito que me relajé. "Será el
calor", pensé... El calor; aquella expresión me hizo pensar largo y tendido. El calor nos pone blandos, sudamos, nos quita el hambre, nos inactiva y nos dejamos inactivar. ¿No debería ser al contrario? El calor, pura energía, puro movimiento. Fue entonces cuando en mi mente se encendió un poquito más de luz: ¿no es acaso el calor como el Amor de Dios?

Sí, hermanos, sí, a esa pregunta tan rara llegué. "Claro, el calor es como el Amor de Dios, que cuanto más hay, más te abrasa; cuanto menos tienes, más lo necesitas; nos hace desprendernos de cosas y, por supuesto, a veces llega a ser asfixiante." ¿El amor de Dios asfixiante? No, no, asfixiante les parece a aquellos que se dejan inactivar, que se ponen blandos. "Es evidente, el Amor de Dios es como el calor: quien lo recibe tiene las opciones de conformarse, es decir, sentarse y dejarlo estar o puede optar por la opción de moverse, que es cuando empezamos a transpirar, necesitamos líquido, cada vez más líquido cuanto más nos movemos".

Y, aunque esta extraña reflexión pudiera parecer un tanto atrevida, ha hecho que este verano persevere más que nunca. Para mí, os confieso, ha sido una Gracia de Dios. ¿Por qué?

Pues bien, cada vez que comenzaba a sudar y a quedarme con menos vestimenta, recordaba que el amor de Dios nos quema tanto que tenemos que darlo a los demás y no quedarnos cada vez con menos. También, en los días de más calor, a las 3 de la tarde, bebía mucha agua. Y así tenía presente lo importante que es la oración en nuestra relación con Dios. El agua de la oración: meditada o contemplativa. Y, como no podría ser de otra forma, estaba María presente en cada momento pues veía que en mi familia no parábamos, hiciera el calor que hiciese rezábamos y trabajábamos. Una vida, de alguna manera, al estilo de Nazaret.

Y, esto, ¿por qué os lo digo ahora? Esta semana podría llamarla la "semana de desesperación". Poco a poco Criso me ha ido mostrando de una manera genuina la falta de esperanza que tenemos los cristianos. Comenzando por mí, la dichosa matrícula... desespero. Un buen hermano espiritual desespera pues quiere ser ya del Señor pero debe solucionar los problemas de trabajo. Un familiar cercano con problemas económicos no halla paz y vuelve a desesperarse. Los padres de una postulante a contemplativa no soportan la situación de su hija, en un convento, "le han lavado la cabeza", sufren y ven que la pierden, desesperan. En una gran orden mendicante veo cómo un postulante abandona, abraza el pecado, la tristeza y desespera por no encontrar sentido a su vida. E incluso varios sacerdotes jóvenes, muy santos y amigos han dejado este verano el sacerdocio pues "querían pero debían esperar" y ser obedientes.

¿Qué tiene que ver esto con el calor? Hermanos, quiero haceros una pregunta. ¿Cuándo valoráis más al calor? ¿En invierno o en verano? Cuando hace frío y llegamos a casa, con la calefacción, damos gracias y es el momento en el que valoramos más el calor, ¿no? Pues, ahí está la clave. Todo este discurso es para deciros la importancia que tiene esperar. En mitad del día, en invierno, se estropea el coche, o no funciona la calefacción en la facultad, o se nos olvida la bufanda... ¿qué ocurre? Tenemos, como siempre dos opciones: esperar con paciencia llegar a casa o desesperar y lanzarnos al primer lugar en el que encontremos algo de calor. Lo mismo ocurre con Dios y con su Amor. ¿Por qué esos inviernos del alma? Pues, de otra manera, no valoraríamos este Amor de Dios, este Calor de Padre. En teoría está genial deciros esto, pero, la práctica es otra cosa.

¿Qué hacer en medio de esos inviernos? Personalmente, hago tres cosas que aprendí.


CONFIAR: "Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo" (Mt 28,16)

TENER PACIENCIA: "Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta". (Santa Teresa de Jesús)

REZAR A MARÍA: "Su madre guardaba estas cosas en su corazón" (Lc 2,51)

No es otra cosa que amar a Dios, hermanos. Pues más vale el Amor en la tribulación, por lo tanto, así me dé Dios mil y una tribulaciones y su Compañía. Hermanos, admito que descubrir esto me llevó mucho tiempo. Cuando sucumbía a los inviernos del alma y, después, volvía a ser de Dios tomé la resolución de ejercitarme en ese Amor de Dios, en ese calor de Padre. Ejercitar la ESPERANZA. Y vi, que tenía muchas cruces en la habitación, en la casa, en la Iglesia, y la tenía en el corazón pero no tenía nada que hiciera referencia a la Resurrecion y menos aún al Nacimiento de Dios... Y ahí apareció mi abuela con su filosofía de niña pequeña: en su cuarto tenía un cuadro del Sagrado Corazón, otro del Inmaculado Corazón y un Niño Jesús en su cómoda.

Desde entonces, tengo el signo de la espera, de la esperanza en mi cuarto y lo llevo a todos lados: UN NIÑO JESÚS. Ese es mi consejo, hermanos. Vivid la Resurreción, que no es otra cosa que la Navidad prolongada. ¿No es acaso la Navidad ese tiempo de calor en medio del invierno? ¿No es esa época de Amor? Ójala en nuestras iglesias hubiera más Niños Jesús y Resucitados presidiendo.

Preparémonos para los inviernos del alma. Como siempre, con María y en María os dejo.

viernes, 13 de agosto de 2010

AGUSTINAS RECOLETAS


REMA MAR ADENTRO,

PORQUE TE INVITO A ORAR.



Siempre es hermoso acariciar la idea de compartir con vosotras un regalo, EL REGALO MÁS GRANDE DE MI VIDA, de nuestra vida, nuestra propia vocación dentro de la Iglesia como monjas contemplativas en el carisma agustino recoleto, porque la que eligió contemplar, eligió vivir.

Como el amor fiel es el que se hace nuevo a cada momento al rememorarlo no quiero que solamente este don tan precioso que Dios me otorgó, nos otorgó, sea para mí sola, que permanezca en mi mente, sino que vaya bajando paulatinamente a mi corazón y que desde allí como buena contemplativa pueda transformarlo en acción de gracias y en oración para que cale hasta lo más profundo del vuestro…pues siempre el protagonista de nuestra vida es Dios y solamente lo que se conoce, se ama y lo que se comparte, se hace grande…¡Ahí está mi tesoro!.

Siempre he sentido una gran atracción por el mar. Me sobrecoge su inmensidad, su majestuosidad y la pequeñez que se experimenta al contemplarlo. Somos como un puntito en medio de tanta grandeza… y mi llamada, la llamada que Jesús me hizo, puedo asemejarla a la invitación a adentrarme en ese inmenso mar, a abismarme en lo profundo del misterio humano para llegar a descubrir mi auténtico ser y mi verdadera vocación, misterio que sin yo sospecharlo me estaba esperando para anegarme y vivir perdida en él…

Cuando mi vida transcurría en la orilla de la playa, Jesús paseaba siempre conmigo, estaba siempre conmigo, aunque yo no lo sabía. Muchas veces la brisa me acariciaba, todo me sonreía, sentía la seguridad de estar pisando firme en mis propias convicciones, mis huellas se dibujaban en la arena siguiendo la búsqueda de un camino que no me satisfacía, pero mi vida cambió cuando en esa búsqueda descubrí que, ALGUIEN con mayúscula, me estaba habitando, y me interpelaba. Ya no vivía sola, ni estaba sola.

La melódica cadencia del vaivén de las olas me inducía constantemente a levantar la vista y no mirar ya la realidad inmediata de las cosas. Era un susurro que desde dentro me animaba a levantar la mirada hacia el vasto horizonte y sentir en cada momento lo que despacio me repetías: “rema mar adentro, rema mar adentro…” (Lc 5,4).
Querías encaminar mis pasos hacia donde quedan borrados: el inmenso mar. Era tu llamada hacia una misión concreta: remar mar adentro para ser entre los hombres la manifestación de tu presencia que renueva y salva. No era una sensación, una mera intuición, sino la seguridad de una PRESENCIA que acababa de entrar en mi vida; ALGUIEN había irrumpido en mi mundo, era alguien que ya tenía un nombre, JESÚS y me invitaba con su dulce y cálida voz a dejar sobre la arena mi trajín, mis proyectos, mis preocupaciones, a desdibujar mis pasos en la arena y a fiarme enteramente de su palabra; me impulsaba a soltar amarras; a lanzarme a la maravillosa aventura que me esperaba en medio de ese mar sin orillas que me descubriría más tarde, que Él iba a convertirse en el Señor de mi vida, ya para siempre… ;

A menudo nos resulta más fácil creer que lo que hacemos es más importante que lo que somos, pero la fuerza de la llamada del Amor que rompe toda barrera, quebró el mío que presusoro recogió las pocas redes que poseía, pensando que la plenitud se alcanza por la donación total, sin reservas. Tú me buscabas a mí y yo me dejé encontrar por ti. Era el comienzo de una historia tejida con tu fidelidad inquebrantable y mi debilidad enamorada. Me invitas a subir a mi barca, desplegando las velas, remando mar adentro, remando mar adentro… Borraste las huellas de mi camino y las cambiaste por la singladura que va marcando el tuyo cuando tomaste el timón de mi vida.
Fue ahí cuando comprendí lo que significaba para mí ese “rema mar adentro”, encontrar la vida de contemplación lejos de la orilla para sólo escucharte a ti y en ti ir viviendo paso a paso tu inhabitación que se transforma en un diálogo carente de palabras en donde lejos del mundanal ruido, dejando la playa atrás, nos adentramos en las aguas profundas de un misterio tres veces santo…

Desde ahí, ya no vivo sólo para mí, vivo en el ministerio sublime de arrancar del corazón de Dios como de las cuerdas de un arpa, la bella melodía de su amor para transmitirlo a los hombres a través de mi presencia…; de susurrarle al oído las necesidades de toda persona que vive en su corazón de Padre, de escuchar sus latidos que hablan de amor al hombre, en definitiva de dejar a Jesús subir a nuestra barca, para que pueda con toda libertad, vaciarla de los trastos inútiles, esos que no le dejan ocuparla del todo, de irnos adentrando poco a poco en las aguas transparentes del diálogo con el Señor, dejándonos empapar suavemente, como la esponja, por su Palabra, por su mirada, y nuestra vida se irá transformando paulatinamente en oración, en súplica, en acción de gracias, en alabanza ininterrumpida al Dios que hace maravillas.
¡No tengamos miedo!, Jesús me pidió la barca y se quedó con mi vida. Eso constituye la dicha más grande porque Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. (Mt 28, 20). ¡Gloria al Señor!.


Sor Alicia Correa OAR



Para ponerse en contacto:

matsim100@hotmail.com


A continuación, la propia Madre nos cuenta cómo fue su proceso vocacional. Os invito a todos a que escuchéis atentamente pues Sor Alicia nos "da gratis lo que se le ha dado gratis". Gracias, Madre, por todo lo que se preocupa por las almas y por las molestias. Todos la encomendamos a usted, y a su comunidad, a la Virgen María.

PRIMERA PARTE



SEGUNDA PARTE

jueves, 12 de agosto de 2010

El Tesoro de María

Hermanos, ¡qué bonita es la vida que nos ha tocado vivir!

Os prometí contaros el por qué he tardado tanto tiempo en escribiros. Lo prometido es deuda. He visto, con mucha alegría, que vosotros no habéis parado y que me habéis dado trabajo. ¡Gracias! Seguid así siempre, poniendolo todo para que el Reino de los Cielos llegue a todas las almas del mundo; nunca se sabe...

Bendito sea Nuestro Señor que "en el aprieto nos da anchura" (Sal 4). Estos días he tenido la oportunidad de vivirlo. Son estas cosas por las que doy gracias. ¿Por qué? Podemos hacer voto de pobreza, castidad, obediencia... y sin duda de todo ello se aprende pero, ¿hay cosa más provechosa que la enseñanza que te da el Señor en mitad del aprieto? Quizá no os imaginéis con qué me ha sorprendido Nuestro Cristo: me ha descubierto el Tesoro de María, aquello que ayudó tanto a la Virgen a ser fiel al Señor en cualquier momento. Dejadme que os lo cuente.

Estos días han sido días de enfermedades familiares: no acababa una cuando venía otra. En pocos días he pasado muchas más horas en el hospital que en casa. Hubo un momento en el que todo me desbordó. Ese colapso trajo consigo la oración de Auxilio al Señor. Por extraño que parezca, no encontré consuelo espiritual, lo cual no quiere decir que no lo hubiera, sólo que no supe encontrarlo.

Los dos días malos pasaron y volvimos a casa. Tenía que poner todas las cosas al día. O todos, mejor dicho. Al ser yo el único sano tuve que hacer cosas que no quería y dejar cosas que quería. De nuevo acudí, cansado, al Auxilio Divino. Por segunda vez, el consuelo se me resistió y la búsqueda acabó en fracaso.

Las cosas se me seguían acumulando. Además, es tanta la amistad de algunos amigos que por puro amor me intentaron mostrar ciertos aspectos que en los que la Iglesia naufragaba. Aspectos realmente incomprensibles por mi parte. A todo esto hay que sumarle que el único acceso cercano que tengo a la Eucaristía durante el mes de agosto es únicamente, el domingo. Rogué al Señor que me diera consuelo y ayuda... no lo encontraba y más desesperaba.

Estamos en período de matrícula de la Universidad. En este tema ya os podéis imaginar los dudones (porque ya no son dudas). Todos los dolores que traen consigo estas decisiones. Siendo el último año debo cuadrar todos los horarios, asignaturas etc... hay que dedicar muchísimo tiempo.

Y, como no podría haber sido de otra forma. La situación me desbordó por tercera vez cuando vi que tenía mis "amistades espirituales" completamente abandonadas. Los correos se me amontonaban. Leía los problemas, las dificultades, las dudas... pero me era imposible contestarles. Ha sido muy duro saber que lo pasaban mal pero no tenia tiempo.

¿Sabéis qué fue lo que más me dolió? Cuando, en medio de estas situaciones, bañando a un familiar llegué a la conclusión de que no era capaz de amarlo como antes. Esa falta de amor hizo sobresaltarse al corazón. Sin duda, era consecuencia de todo lo que llevaba vivido. Así, le supliqué a ese buen Dios que me Auxiliara...y por fin lo encontré. ENCONTRÉ EL TESORO DE MARÍA.

"Su madre guardaba estas cosas en su corazón" (Lc 2,51) He ahí el Tesoro de María, el Auxilio del Señor. Ante estas situaciones que me desbordaba, que no entendía, que me dolían y que hasta me incapacitaban para amar, sólo podía hacer una cosa: guardarlas en el corazón. Así, mi corazón será libre para amar, mi entendimiento podrá entender y mi dolor será gozo. Pues, si mi corazón es del Corazón de Dios, dónde poner mejor estas cosas que en Su Corazón. Hermanos, estar consagrado a El, a este Corazón necesitado, es lo más hermoso que he experimentado nunca. Fijaos, cómo la actitud de María aparece más en el Evangelio que sus palabras. Pues la Palabra era su Hijo y Ella...Ella fue Corazón que le dió el primer impulso al Corazón de la Palabra.

¡Qué Tesoro! Veis, en el aprieto nos da anchura. Hermanos, si queréis amar, tened un corazón grande, cada vez mayor, que se asemeje todo lo posible al de Cristo y que imite al Corazón de María. Así amaréis hasta las situaciones más difíciles y todo cobrará sentido. En mitad de aquel baño, supe, por primera vez en mi vida, que la piel que estaba enjabonando era la piel de mi Señor. Encontrar el Tesoro supuso encontrar a Dios.

Esta noche, no puede ser de otra forma, os encomiendo a cada uno al Corazón de María. Y os pido, que tengais presentes en vuestras oraciones a varios hermanos que están pasando por una situación dificil de soledad y ruptura con el pecado. De mi vocación, si tenéis un huequito, acordaos.

lunes, 9 de agosto de 2010

El mejor premio: la oración

Hermanos, hace tiempo que no escribo y todo tiene un por qué. Pero, antes he de cumplir con las obligaciones y, después de mucho meditar, creo que es bueno que cumpla con la parte del trato con los premios recibidos.

He de deciros que, por humildad, me cuesta aceptarlos y más aún tener que decir nombres. Pero, recordemos, ante todo, que es Dios quien recibe el premio y es a Dios a quién, pobre de mí, se lo concedo. Le doy las gracias a todos los que me los han concedido, estos, y otros premios, pues han sido voz de Dios en mi vida. Os animo a que visiteis todos los blogs a los que he entragado premios. Creedme, son una fuente de amor de Dios. Y, eso sí, dadme el mejor premio, aunque no lo merezca; la oración.



Este premio fue concedido a este blog hace tiempo por mi hermanita "Pequeña", del blog "¿Y por qué no?". Gracias, de corazón.

La condición para recibir este premio es responder a la siguiente pregunta:

¿Cual es lo más creativo de su blog?

Lo más creativo del blog es el amor con el que está hecha cada frase, cada detalle. Desde la primera letra intenté que este blog fuera un reflejo del Amor de Dios a los hombres.


La segunda condición era compartirlo con cinco blogs mas pues aquí están:

1- VIDAS MÍSTICAS: http://misticavita.wordpress.com/

2- VIVIFICAT: http://vivificar.blogspot.com/

3- JOSE LUIS CARVAJAL IBELLI: http://carvajalibelli.blogspot.com/

4- EL LIRIO DEL YERMO: http://elliriodelyermo.blogspot.com/

5- FLAVIA: http://flavianapoli.spaces.live.com/




El premio denominado RECONOCIMIENTO DE VALORES exalta los valores de algunos blogs que en todo momento y a través de sus entradas EXALTAN la constancia, el trabajo, la unión, la amistad, el crecimiento, el aprendizaje, entre otros valores fundamentales en este mundo bloguero. Las bases consisten en anunciar quien te otorgo el premio y luego transferirlo a otros blogs amigos. En este caso lo recibí del blog "Sed Consolación Jóvenes Misioneros". Muchas gracias.

Me gustaría compartir el premio con todos vosotros, blogueros y blogueras y de forma muy especial con estos 6 blogs:

1- HESIQUIA: http://elmaestroespiritual.blogspot.com/

2- ¿Y POR QUÉ NO?: http://porquenopequeporti.blogspot.com/

3- DICHOSA VENTURA: http://dichosaventura.blogspot.com/

4- JONONACPO Y SU AVENTURA: http://joconacpo.blogspot.com

5- RAZONES PARA VIVIR: http://razonesvida.blogspot.com/

6- MAI-K-TOLIC-SITE: http://maikatolicsite.blogspot.com

lunes, 2 de agosto de 2010

"El Señor me invitaba a darlo a Él"

Hoy os dejo una entrada especial. Es de un buenísimo amigo y un siervo del Señor muy santo. Con mucha gratitud ha respondido a la petición que le hice de escribirnos algo sobre su vocación. Hermanos, ha querido Cristo que sea hoy, día de San Pedro Julián Eymard, fundador de la Congregación del Santísimo Sacramento, y día de Nuestra Señora de los Ángeles, cuando nos llegue este testimonio. Ójala nos sirva para tener mayor amor a la Eucaristía y a la Virgen. A ambos os encomiendo. Gracias Javier.

Querido Francisco:

Te agradezco mucho la invitación a este blog tan interesante. Todavía recuerdo el viaje en tren en que nos conocimos hace ya dos años y me sigo maravillando de los caminos de Dios, cómo Él mueve todo para nuestro bien.

¿Mi vocación? Por donde empezar…mi familia, tantas personas buenas… Los últimos años de bachillerato conocí un grupo juvenil católico en Cuenca (España) mi ciudad, y me encantó el ambiente sano y las actividades que hacíamos. Me ayudó un montón a cultivar en esta etapa tan importante la amistad con Cristo y fue así como de manera muy natural surgió la pregunta ¿qué querrá Dios de mí? Percibía cuántas cosas maravillosas había recibido de Dios (familia, amistades, etc) y pensaba que debería corresponder a tanta bondad. Llegó el momento de empezar la carrera y fue la primera vez que me planteé en serio el tema de la vocación. Fui a un retiro vocacional y sentí que Dios me quería para Él pero que quizás todavía no estaba preparado. Empecé la carrera de Exactas en Madrid y me propuse aumentar mi vida de oración para estar abierto a lo que Dios quisiera. En ese tiempo conocí a varios jóvenes laicos consagrados y me atrajo mucho ese camino: entregarme a Dios en medio del mundo y ser apóstol suyo para evangelizar nuestra sociedad desde dentro. El Señor me hacía ver con más claridad que me llamaba a seguirlo y decidí firmarle en blanco, dispuesto a dejarme guiar por Él. No fue fácil explicarlo en casa, a mis padres les costó mucho pues tenían muchas ilusiones en mi futuro profesional. Esto me ocasionó cierto conflicto, pero me ayudó mucho el consejo de un sacerdote, quien me hizo ver que debería ser muy paciente con ellos para hacerles ver que el bien que ellos quería para mí lo encontraría siguiendo la voluntad de Dios. Recuerdo que en una conversación con mis padres me vino una luz del Espíritu Santo y les dije que mi decisión de entregarme a Dios era sólo el resultado de la formación que ellos me habían dado y que les agradecía mucho todo lo que habían hecho por mí. Esa respuesta les cambió su planteamiento y poco a poco fueron entendiendo y aceptando mi vocación. Decidí consagrarme al Señor en el grupo Regnum Christi, de los Legionarios de Cristo y empezó así una etapa muy hermosa de mi vida. Terminé la carrera compaginando los estudios con la formación religiosa y el apostolado propios de la vida consagrada.

Terminando la carrera me invitaron a ir a México como consagrado seglar, y estuve allí varios años en la ciudad e México y en Guadalajara. Fue una experiencia maravillosa. Me impactó mucho la situación social de México (en realidad de toda América Latina), pero tanto como eso me impactó el sentido religioso profundo de la mayoría de las personas, tanto ricos como pobres. Fui varias veces de misiones, con gente muy sencilla y era impresionante ver la sinceridad con que vivían su fe, creo que los misioneros siempre recibimos más de lo que alcanzamos a darles. Trabajé mucho en el campo educativo, creo que la educación es lo mejor que se puede ofrecer para ayudar a mejorar. Los colegios dan muchas oportunidades para hacer una buena evangelización con los alumnos y con sus familias. Una vez hubo un accidente de carretera y murió un alumno. Dentro de lo doloroso que son estas situaciones, me impresionó el ambiente de fe y serenidad con que lo vivimos todos. Son eso momentos en que se aprecia cómo el Señor va actuando en las personas y les va ayudando a ver la vida con fe y confianza aún en las situaciones más dolorosas. Y también es
muy estimulante ver que uno puede ser instrumento de Dios, a pesar de las propias debilidades.

Después me invitaron a trabajar en Santiago de Chile. Al igual que en México encontré una vivencia de la fe bastante arraigada. Siempre he admirado mucho la labor que hicieron tantos misioneros, desde la primera evangelización de América. Como misionero seglar sentía que debía hacer lo que estuviera a mi alcance para dar seguimiento a esa evangelización. Trabajé en un proyecto que se llama Escuela de la fe, que consiste en preparar agentes de pastoral (profesores de religión, catequistas, etc), fue una experiencia estupenda. Fue ahí donde surgió en mí una inquietud. Estaba feliz como seglar consagrado, muy agradecido al Señor por tantas experiencias hermosas. Pero con frecuencia las personas con que trabajaba me decían que porqué no era sacerdote para poder administra los sacramentos. Lo llevé a la oración y lo hablé con mi director espiritual. Pensé que todo lo que hacía como seglar consagrado era muy valioso porque preparaba el camino para recibir mejor a Dios, pero que el Señor me invitaba ahora a darlo a Él, a ser ministro suyo para darlo a los demás por medio de los sacramentos. Me asustaba un poco porque llevaba muchos años de consagrado seglar, y empezar ahora la preparación al sacerdocio era un buen desafío. Pero me dio mucha paz pensar que, desde que me llamó el Señor es Él quien lleva la iniciativa en mi vida, y que Él me dará siempre la fuerza para cumplir su voluntad.

Entré al seminario a mis 46 años, y estos 4 años de preparación, a pesar de las dificultades normales, han sido maravillosos. El Señor siempre me ha acompañado y es tan grande el don del sacerdocio que toda la preparación que tengamos será poca. El pasado 19 de junio tuve la gracia de recibir el diaconado, ya como preparación para el sacerdocio. Uno de los momentos más impresionantes de la ceremonia es cuando nos postramos en el suelo mientras se cantan las letanías de todos los santos. Uno experimenta ahí la propia debilidad ante el don tan grande y por eso sólo puede decir sí poniéndola confianza en la gracia de Dios y en la intercesión de María y de los santos.

Para terminar, destacaría algunas virtudes que siempre me han atraído de manera especial. En primer lugar, la caridad que es el resumen del Evangelio. He recibido muchos ejemplos de la gama de virtudes que acompaña a la verdadera caridad, como nos dice san Pablo en I Cor 13: la caridad es paciente, es benigna,… Como decía el Papa Juan Pablo II, la caridad hace creíble nuestra fe. La humildad, que es la puerta de todas las virtudes. Y el amor a la Cruz de Cristo, pues Él nos ha enseñado que el sufrimiento tiene un valor redentor. Le pido mucho al Señor que me conceda seguirlo fielmente y tener un corazón sacerdotal como el suyo.

Javier Mariana, L.C.