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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







Me agradará enormemente compartir vuestras alegrías, pero mucho más lo hará el que podamos superar juntos las dificultades que se nos presenten en la que, sin duda, será la mayor aventura de nuestras vidas. Para ello podeis escribirme cada vez que lo deseeis a escalandolacima@gmail.com




lunes, 26 de abril de 2010

Una parte de mi vida

Ni yo mismo me entiendo. Esta en una realidad que debo superar hermanos. Supongo que alguna vez os habrá pasado: deseais una cosa y hacéis otra. Ya San Pablo lo vivió:

"Yo quiero hacer el bien y me encuentro haciendo el mal. En mi interior me agrada la ley de Dios, pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo." (Rom 7, 21-23)

No hay día que no tenga que recurrir a esta frase como consuelo, pues si San Pablo lo vivió, y lo aceptó sabiendose salvado por Cristo, ¿cómo no lo voy a hacer yo? Eso sí, intentando siempre superarlo.

En contraposición al fin de semana anterior, este no ha sido santo. Y es que si yo quiero ser únicamente de Dios, ¿cómo puedo dejarme llevar tan fácilmente? Mil y una vez lo intento, mil y dos veces caigo hermanos. Que cuando busco la santificación no hallo otra cosa que docilidad al demonio. Lo mejor de todo, es que sé cómo puede cambiar esto en gran medida y no lo pongo en práctica. Dios quiere hacermelo saber cada día, recordandomelo: ser como un niño pequeño. Ser martir y adorador de Cristo es la empresa más dificil que nunca se me ha encomendado. No hago más que vivir de verdades no puestas en práctica. Si fuera de Cristo, me dejaría plenamente en sus manos. Una de mis máximas es: adorar a Dios con cada acto, repudiar las acciones del demonio en cada momento y ofrecerlo todo por la salvación de las almas y el descanso de Nuestro Señor.

No entiendo al Señor, ¡que me siga amando cómo lo hace! Quiero exponeros hermanos la situación en la que me encuentro. Me falta un curso (un año) para acabar la carrera, sin contar el presenta, que está finalizando. Ni me gusta, ni me hace sentir lleno... hasta una enfermedad me ha causado. Mi confesor me dice: hay que tener sentido común, que es un don de Dios. Lo entiendo, entiendo que para luchar en este mundo hacen falta dos armas: el espíritu y el sentido común. Sé que me entragaré mucho más si tengo carrera. Y entiendo el ofrecimiento tan grande que hago por los pecadores con este sufrimiento.

Esta situación de querer entregarse al límite y tener que esperar hace que todo sea extremo: semanas santas, de recogimiento y aprovechamiento de estudio.... y otras semanas que cada día me hunden más en el pecado. Por las noches, antes de dormir, después del examen de conciencia, pido a Dios que me lleve al cielo si me muero esa noche. La pregunta está en la mesa ¿no estoy poniendo en peligro mi propia salvación? En estos tres años lo he intentado todo, pero nada ha dado resultado.

Hermanos, sé que el ego no es, que no sigo estudiando para poder decir que tengo unos estudios superiores. También sé que no es falta de confianza en Dios, pues lo amo y si de mí dependiera lo dejaría todo ya. Ahora bien, si no la dejo es por ser más libre, es decir, Cristo me ha hecho libre, para ser su esclavo. Conozco mi corazón y cómo el diablo puede manejarlo. Y conozco la realidad de la Iglesia: muchos han sido los sacerdotes de mi diocesis que han dejado el ministerio a los pocos meses, mis compañeros de convivencias han acabado saliendose sin tan si quiera acabar nada, es decir, se ven sin nada en la manos con qué defenderse. No creo que sea falta de vocación, es que una persona que quiere alcanzar la santidad y que se entrega a Dios a través de su consagración, pone en peligro toda su espiritualidad si se rodea de gente que vive en pecado. Creedme que no es juzgar, es ver la realidad meditada.

Ese es mi gran miedo, pues mi familia depende de mí. La familia es un gran don. No puedo estar seguro de que me vaya a ir bien donde entre, si Dios no lo quiere, qué le voy a hacer. Eso sí, uso el sentido común. Dios me ha dado inteligencia y hay que usar los dones para el bien de la comunidad. No puedo rezar y esperar que todo se me dé. Tengo que moverme. He ahí la gran necesidad de la carrera. ¿No esperó el mismo Señor hasta los 30 años?

Hermanos, los argumentos están a favor y en contra. Os acabo de confiar una parte de mi corazón. Ahora tengo que desentrañar, cual de ellos lo mueve el diablo y cual Dios. Lo único verdaderamente es que quiero ser de Dios. ¿Cómo?

jueves, 22 de abril de 2010

Crónica de la visita

Bueno hermanos, hace ya 4 días que vine de Córdoba. Si no he escrito antes ha sido porque las cosas las he tenido que poner en las manos del Señor y de la Virgen. En eso se ha consumido este tiempo.

Como la visita de la Virgen a su prima, pero obviamente sin tanta santidad, fue la mia al convento, o mejor dicha, fue la visita del convento a mí. Allí pasé tan solo 20 horas. Desde el principio intenté vivirlo de una forma humilde y sobre todo, en paz con Cristo.

Llegué a Córdoba a las 8 de la tarde. Allí me encontré con un joven fraile de veinti-pocos. Al convento que nos fuimos, a su pequeña casa. Como la misa ya había empezado, me invitó a sentarme en el coro, con ellos. Y desde aquí hasta mi partida el dia siguiente a las 3 de la tarde, todo fue normal, es decir, por primera vez hermanos, he visto sin querer ver, he oido sin querer oir, he soñado sin querer soñar y sobre todo, no ha habido "sobresaltos vocacionales". Creo que todo el que me lea y haya sentido la llamada de Dios sabe que todo parece que está en una nube cuando te lo planteas. Todo lo vives con unos extremos brutales, de entrega absoluta... los extremos nunca han sido buenos.

Tendría para contar muchísimas cosas hermanos, muchísimas: coincidencias de mi vida con la vida del fundador, muchisimos pensamientos iguales, muchísimos signos fisicos iguales, misma forma de vivir la Eucaristia (incluida la misma forma de comulgar)... pero prefiero contaros un aspecto que sí me llamó la atención. A lo largo de estos años de discernimiento, o mejor dicho, discerni-miento por mi parte, he visitado las órdenes desde lo que se llama la consabida "pastoral vocacional". Esta, me llevaba siempre a ir a convivencias, charlas,... todas con un mismo patrón vocacional: una gran potenciación de mi vocación al principio, y una decepción profunda cuando pasaba el tiempo. Nunca supe por qué me ocurría eso. Ahora lo tengo claro. Esta vez ha sido distinto: no tienen pastoral vocacional, no tienen convivencias, no tienen charlas.... se me han mostrado tal cual son, actitud del mismo Cristo.

Queridos hermanos, no se me han vendido, como Cristo. ¿Cómo podría yo entregarme a Cristo en una comunidad si ni siquiera conocía realmente la vida de la comunidad? He aquí el problema resuelto. Me senté a la Mesa con ellos, recé con ellos... y vi a Dios con ellos. El padre superior me dijo: "así somos".

Esto, puesto en la oración, a los pies del Señor, está madurando. Sólo se me pidió una cosa: verdadera entrega al Señor. ¿Qué quiero yo sino eso? Permitidme que no diga el nombre de la orden, pues son tan humildes... Tan solo diré que son muy pocos, pues están fundando en muchos sitios. Hermanitos, siendo sincero, con el corazón en Dios, me esperá el mayor reto de mi vida: intentar ser santo desde mi pecado. Es ahora cuando lo veo. En esta orden, debería viajar para formarme muy lejos de España, casi en las antípodas. Supondría dejar a mi madre y hermana solas, sin dinero y casi sin trabajo, dejar la carrera a medias, abandonarlo todo y no saber cuando regreso a este país...

La santa Virgen sé que me dirá qué quiere de mí el Señor. Aún así, esto me angustia, será por el orgullo, será por la falta de confianza en Nuestro Padre, será por miedo a equivocarme... sólo intentó que Dios sea mi remanso de paz. La respuesta está ahí, dentro de poco tendré que darla. Hoy pondré esto en manos del confesor, y sobre todo, en manos de mi Amado Jesús Sacramentado.

Sólo os pido que me encomendéis a la Virgen. Mientras, esperaré en el Señor. Estad alegres, que Cristo nos ha salvado, creed, buscad su Reino y el resto se os dará por añadidura. Ójala pusieramos en práctica más a menudo esta máxima. Estáis en mis oraciones.

viernes, 16 de abril de 2010

El hombre propone y Dios dispone

Hermanos, con lo liado que ando con la facultad muchos días me es imposible escribir. Este ardor que llevo dentro, estas ansias por convertir almas, por acercarlas/me más a Dios es lo que me impulsa a sacar unos minutos para escribiros y leeros.

De los acontecimientos que están ocurriendo en las últimos días intentó hacer una lectura con "ojos del cielo". Todos sabemos y estamos "mal enterados" de lo que está ocurriendo en el seno de nuestra iglesia. Me duelen tres cosas: el daño inmenso que han provocado en el alma de las víctimas, el martirio de los pecadores que cometieron las atrocidades y las almas que se están perdiendo para Dios por culpa de los medios de comunicación. No puedo más que rezar, hermanitos, y confiar en la Misericordia de Dios.

Pero el hombre propone y Dios dispone. Un día de primero de carrera, hace un par de años, iba yo con un amigo en el tren dirección a Madrid, el día de Todos los Santos. El tren iba hasta arriba, hasta el punto de que la mayoría íbamos de pie entre maleta y maleta: horrible. En esto que en una parada subio lo que me pareció un sacerdote; digo me pareció porque vestía sotana, algo a lo que yo no estaba acostumbrado a ver. Mi amigo y yo ibamos reflexionando sobre cosas de la carrera, justo cuando el "sacerdote" se puso a hablar con nosotros: pareciera que era otro estudiante. Mi amigo era, y por desgracia es, muy reticente con todo lo que habla de la Iglesia, por lo que se volvió y no le prestó atención. Entablamos el supuesto "sacerdote" y yo una conversación en la que descubrimos, no solo que el habia estudiado la misma carrera que yo en la misma facultad y con los mismo profesores, sino que los dos buscabamos a Dios. Era, y es, un Legionario de Cristo. Allí nos dimos el mail y así quedó la cosa.

Tres o cuatro veces al año nos escribimos un mail contandonos que tal nos va: el con su preparación para sacerdote, y yo con esta cruz de carrera. Os cuento esto a colación de los deshechos que se están vertiendo sobre este Instituto Religioso. Quizá el testimonio que a continuación os doy vale más y es más certero que toda la información que sale en los medios. Por el bien que puede hacer a la Verdad y a vuestras almas os lo pongo. Es del último mail que recibí ayer de él.

Para nosotros este periodo está resultando duro, nos duele mucho el daño que todo esto causa a Nuestro Señor y a la Iglesia. Nosotros mismos estamos bastante sorprendidos y desconcertados pues lo que hemos vivido en nuestras comunidades no tiene nada que ver con las cosas que están saliendo de nuestro fundador. Sólo Dios conoce bien y sólo Él puede juzgar con su Justicia y su Misericordia (..) Estamos muy tranquilos, pues lo único que buscamos es hacer lo que Dios quiera bajo la guía del Papa. Nos hemos entregado a amar y servir al Señor en la Iglesia y eso es lo único importante. Sin duda que de todo esto vamos a salir más purificados y fortalecidos, como tú decías, más centrados en el Único importante.

Hermanos, así es como lo viven ellos, con humildad y confianza en Dios. Pero no es solo en esto en lo que veo el gran bien que hace la Verdad. Como sabeis, este fin de semana tengo una charla con una comunidad. Pues bien, estoy enfermo. Es la primera vez en 3 años de carrera que me resfrio. Y a Cristo gracias porque desde el primer momento me dio paz. Si quiere que vaya mañana, pues iré, si no, pues seguiré costipado, pero eso sí, en los brazos de mi Señor.

Al ver como en este mundo todo pasa, me acuerdo de santa Teresa: Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. Los deseos de santidad que tengo son enormes. Deseo vuestra santidad también, hermanos. Es por esto por lo que pido a Dios que la Verdad reine en nuestra vidas con fuerza inmensa.

En estos momentos estoy en mi pueblo, curandome al abrigo de la familia. Pedid por que siempre haga la Volutad de Dios. Y en esta Pascua vivamos un poco más de "cielo en la tierra". Os encomiendo a María, que dijo sí y confío en El.

lunes, 12 de abril de 2010

La confianza: dejarse guiar por el Espíritu

Ya he vuelto a la rutina, a la facultad, a la vida en el piso. Parece que todo vuelve a asentarse de nuevo, tomando ese matiz grisáceo que solo la costumbre da. Sin embargo hermanos, esta vez es distinta, en este caso no siente mi corazón que todo es viejo, al contrario, esta nueva rutina es algo increible.

Desde mi entrega a Cristo de una forma más decidida, las cosas han cambiado. El Señor, que tantísimo nos quiere, ha puesto en mi corazón serenidad, ansias por vivir un poco de cielo en la tierra. Resumiría lo que me esta pasando con un "sea lo que Dios quiera". La confianza depositada en El es mucha (aunque me queda mucha más que entregarle) y así lo ha sentido El; esta gracia no es otra cosa que su Presencia en mi vida. Esta Presencia se hace notar sobre todo en la serenidad. Todo es sereno, el "nada te turbe" de Sta. Teresa se hace, por momentos, realidad.

Y no por falta de motivos. Estos días, alguna que otra vez se ha puesto en contacto conmigo mi "ex". El corazón ha estado tranquilo, escuchando y dando calor humano pero nunca se ha sobresaltado. Y así mismo, ella ha conseguido una mayor paz. De nada me servía aturdirme de nuevo pensando en "podría", "pudo haber sido pero no fue", pues Dios es el que llena mi alma; solo El me basta. Me gustaría poder trasmitir esto a ella, y a mi compañera de piso, y a mis amigos...

Hoy mismo, me despertó de la siesta (es una de esas cosas que intento dejar pero no puedo) una llamada. ¡Era el superior del convento al que mandé la carta hermanos! No me lo podía creer. Me llené de alegría pues se había tomado la molestia de llamarme personalmente. Estos gestos hermanos, más que lo que conlleva en sí, son los que comienzo a apreciar. Si Dios me quiere ahí, pues así será y seré inmensamente feliz; si no, todo sea para mayor gloria suya. Pero el hecho de que ese hombre perdiera parte de su tiempo en un desconocido como lo soy yo para El, y sobre todo, que me abriera su corazón, eso sí es para alegrarse. Aún existen personas dentro de la Iglesia que ven al resto como Creación de Dios y Templos vivos del Espíritu, y por tanto nos cuidan. A esta llamada reaccioné con la alegría de saberse amado en Jesucristo, pero con calma. Mi única ilusión es y será Cristo: si pusiera todas mis ilusiones en el día de la próxima entrevista que tengo con ellos, no sería Dios el centro de mi vida. Este es un sentimiento que nace de forma natural en mi corazón y del que no puedo más que contaros retazos.

Total, que este sábado, si la Dios así lo quiere, pues iré a la casa que tienen en Córdoba a charlar un poco con ellos y ver el carisma de cerca. No me alinterpretéis: no es desgana, es paz de espíritu. Tengo claro que sólo con el corazón sincero, como la Virgen de la que tanto aprendo, puedo dejarme guiar por el Espíritu y por tanto vivir un particular "cielo en la tierra". Sólo El sabe cuantísimo me está costando acabar la carrera: no por que no entienda sino porque no me llena nada el corazón. Pero no por eso me aferraré a lo primero que mis ojos vean. Me aferraré con todo mi corazón a lo que Cristo quiera de mí.

Con la alegría de saberme verdaderamente salvado por Dios me despido. Me encomiendo mucho a vuestras oraciones y pido por cada uno para que seáis, como hace poco me sentí, Templos del Amor. Un fraternal abrazo

martes, 6 de abril de 2010

Mi primera renuncia dolorosa

Queridos hermanos, la verdadera entrega, pienso yo, es el donarse a sí mismo. Desde la libertad que nos ha dado Dios he tomado una determinación esta noche. Ser más libre aún, es decir, ser su esclavo. El dolor está en estos instantes presente en mi vida pero no por ello mi corazón se goza menos por su Resurrección.

Cuando comencé este camino pensé que "siempre será la Voluntad del Señor la que guíe mi vida". Esta máxima creo que es teóricamente buena y bonita. Ahora bien, la puesta en práctica es otra cosa. Yo tenía pareja hasta hace unas horas. Ha sido Cristo, en su infinita Misericordia, el que esta Semana Santa me ha mostrado uno de mis mayores impedimentos para llegar a conseguir esta máxima: mi orgullo. Este pecado tan grande me está consumiendo. Desde hace mucho tiempo sentía en mi alma un profundo pesar cuando estaba con ella. Los ratos en pareja se me hacían cuesta arriba; estaba traicionando mi amor a Dios y la estaba engañando. Pero mi orgullo, el orgullo a reconocer mi equivocación, el orgullo a enfrentarme a la soledad humana (que no espiritual), el orgullo a tener miedo, el orgullo a decirle "perdoname"... y así iba martirizandome por dentro día a día.

El Jueves Santo por la noche, en su inmensa Caridad, delante del Santísimo oí la realidad, mi fallo. Y siguiendo la Caridad que tuvo nuestro Creador he tratado de discernir la mejor manera de exponer la situación. Después de la misa, esta tarde, le pedí al Señor que me diera un corazón fuerte y caritativo para decirle a mi pareja que teníamos que acabar, y a la vez le rogué que le diera a ella un corazón templado y sin rencor, volcado hacia Dios. Y así lo ha dispuesto el Señor. La conversación ha transcurrido en un clima de Amor a Jesús. Y ha habido lágrimas. Un gran dolor se ha apoderado de mi alma pues no sólo sufro yo por la renuncia tan grande, sino la otra persona también. Pero, ¿no es cierto que El sufrió infinitamente más que yo en la cruz?

Sirva este dolor como ofrenda a Dios en reparación de mis pecados y de muchos otros. y a la Santísima Virgen, hermanos, le he pedido que me dé fuerzas para mirar amorosamente siempre la cruz cuando dude, y que me enseñe a quererLo como Ella. Es la primera renuncia que me duele, pero si así lo dispone Dios ¿quién soy yo para negarselo? Sólo tengo una certeza: ser todo suyo. Gracias a esto soy más del Señor, pues estoy cumpliendo su voluntad, y un poco menos de mí ya que tengo menos orgullo, aunque todavía queda mucho. Soy consciente de que quedan muchas más renuncias, y algunas más dolorosas; me aferro a la cruz y le ruego que me siga amando. Os pido vuestras oraciones para que ella no guarde ningún rencor a Cristo por esto.

Y no se nos olvide: CRISTO HA RESUCITADO. Estemos alegres. Un fraternal abrazo en Crito y María de la Esperanza.

domingo, 4 de abril de 2010

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCION!

Queridos hermanos, como dice el título ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!¡CRISTO HA RESUCITADO! Ojala haya resusitado verdaderamente en cada uno de vosotros, en la Santa Iglesia y, sobre todo, en el corazón de los pecadores. Somos, más que nunca, templos del Espíritu Santo. Sólo me gustaría deciros que guardo en mi corazón el anhelo de poder ser un día y para siempre, por entero, de Cristo, muerto pero sobre todo resucitado. Espero que Dios, gracias a vuestras oraciones, se digne a terminar la obra que ha puesto en mís manos porque sólo quiero poder decir SI; absolutamente SÍ. Mientas, me conformo con vivir lo máximo dentro de mis posibilidades en el corazón de Nuestro Salvador, glorificandolo con mi vida y proclamando su Resurrección. Exulten los coros celestiales: hemos vencido a la muerte.

A continuación os pongo la epístola leída hoy en la Vigilia Pascual, que me parece uno de los textos más exhortadores para los cristianos.

Hermanos:

¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.

Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con Él en la resurrección.

Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con Él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.

Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre Él. Al morir, Él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. (Rom 6, 3-11)

viernes, 2 de abril de 2010

CARIDAD Y MUERTE DE NUESTRO SALVADOR


No puedo hacer otra cosa que callar y observar. Pensar en Nuestro Señor, muerto, clavado en una cruz, deshaciendose por nosotros...y saber que hemos sido los pecadores los que lo hemos crucificado me llena de pesar. Por eso sólo estoy en silencio, sabiéndome débil. Lo único que le suplico es Misericordia y que le dé a mi corazón la fuerza necesaria para no pecar más, no quiero seguir haciendolo sufrir.

Callo y miro. El silencio de Dios reconforta muchísimo mi alma. Hermanos, anoche en la Adoración en el Monumento le pedí al Señor que por la Caridad Santísima que reinó esa noche y que nos dejó mandada practicar, que me dijera qué quería de mí. MARTIR Y ADORADOR, me respondió. Ser mártir por Él y Adorador de su Misericordia. La grandeza de Dios es infinita. A mí, que sólo Él sabe cuánto pequé, me pide entregarle mi vida. ¡Cuántas almas santas hay y Dios prefirió la mía! Pues así lo haré, con plena libertad me declaro su esclavo. No quiero dejar escapar un sufrimiento, ni una pena que no se la entrege para reparar su Santo Corazón. Y llevar a la práctica lo que se dice al final de la eucaristía: GLORIFICAR A DIOS CON MI VIDA. No podemos dejar pasar a Cristo en nuestra vida como algo más. "Nos urge el Amor de Dios".

Y hoy muere por mí. Aquí os dejo el primer día de la novena de la Divina Misericordia, que acaba con su fiesta el Domingo después de Resurrección. Acuidamos a ella hermanitos.

PRIMER DÍA

Por todo el género humano,
especialmente por los pecadores

Misericordiosísimo Jesús, cuya prerrogativa es tener compasión de nosotros y perdonarnos, no mires nuestros pecados, sino la confianza que depositamos en Tu bondad infinita. Acógenos en la morada de Tu Piadosísimo Corazón y no permitas que salgamos jamás de él. Te lo pedimos por el amor que te une al Padre y al Espíritu Santo.

Padre Eterno, vuelve Tu compasiva mirada hacia todo el género humano y en especial hacia los pecadores, todos unidos en el Piadosísimo Corazón de Jesús. Por los méritos de Su Pasión, muéstranos Tu misericordia, para que alabemos la omnipotencia de Tu misericordia, por los siglos de los siglos. Amen.

JACULATORIA: Oh, sangre y agua que brotasteis del Sagrado Corazón de Jesús como una fuente de misericordia para nosotros, yo confío en Vos.

Rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia.


Pido por todos vosotros a Cristo Misericordioso.