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"Vocación es un darse a Dios, con tal ansia, que hasta duelen las raíces del corazón al arrancarse" Beato "Lolo"







Me agradará enormemente compartir vuestras alegrías, pero mucho más lo hará el que podamos superar juntos las dificultades que se nos presenten en la que, sin duda, será la mayor aventura de nuestras vidas. Para ello podeis escribirme cada vez que lo deseeis a escalandolacima@gmail.com




martes, 1 de noviembre de 2011

Llamados a la santidad


“Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?”

Esta pregunta que hiciera el joven rico a Cristo se ha venido sucediendo a lo largo de las generaciones y también en nuestros días es algo que muchos desearían saber para tener asegurada esa “parcelita” del cielo. Tenemos los Mandamientos, es cierto, y tenemos también los principales que el Señor nos indicó: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”. Sin embargo, ese afán de querer hacer algo más, algo que llevase al estado de perfección, propició también el que apareciesen numerosos “manuales” que, sobre todo en el siglo XIX, aseguraban al que los cumpliese que estaría la corte celestial en pleno esperando recibirle.

No se trata, ni mucho menos, de dudar de la buena intención que guió a muchos de estos autores, algunos de ellos santos venerados en los altares, pero sí que hoy nos resultaría cuando menos chocante, el “método” que en ocasiones se aconsejaba. Para ello resulta fundamental situarnos en el momento histórico en el que se escribieron. Las costumbres y la moralidad de la época en cuestión pesaron enormemente sobre muchos de estos escritos que hoy arrancarían, sin duda, una sonrisa al que los leyese.

Los piadosos consejos que han llegado a nuestros días transmitidos en las obras de muchos santos pueden ser un importante estímulo, pero no causarían el mismo efecto en todos por la sencilla razón de que el Señor tiene preparado un camino especial para cada uno de nosotros, un camino a través del que podamos alcanzar la santidad con unas dificultades adecuadas siempre a las propias capacidades que Él nos dio. Nunca tendremos que superar pruebas imposibles porque el mismo Cristo nos indicó que su yugo es llevadero y su carga ligera. Es posible que a veces creamos que esto no es así, que en el camino de la vocación, que no es otro sino el que nos ha de conducir a la santidad y, por ende, a la vida eterna, hay muchísimas dificultades (y yo, como muchos de vosotros, puedo corroborarlo). Sin embargo, la realidad es que si en este preciso instante mirásemos un poco hacia atrás, nos daríamos cuenta de todos aquellos problemas que en su día los veíamos como insalvables y que, al final, logramos superarlos. Es más que probable que hoy los veamos como intrascendentes, a pesar de la importancia que les dimos en su día, o incluso puede que hasta los hayamos olvidado.

La superación en nuestras vidas es algo fundamental. Tenemos que aspirar a lo máximo y esforzarnos para conseguirlo. Tenemos que tener confianza en el Señor, estar seguros que estando a su lado nada podrá impedirnos alcanzar nuestras metas. Él las adaptó a cada uno de nosotros para que pudiéramos llegar a ellas. Únicamente hace falta un firme propósito y, ante todo, tener fe.

Nuestro camino para alcanzar la santidad no es, por tanto, tan difícil porque
todos estamos llamados a ser santos. Dios mismo "nos ha elegido en Él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor" (Ef. 1, 4). Ése es el camino de plenitud al cual nos invita el Señor: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt. 5, 48). No basta, pues, con ser buenos, con llevar una vida común y corriente como todo el mundo, sin hacerle mal a nadie. El Señor Jesús nos invita a conquistar un horizonte muchísimo más grande y pleno: la gran aventura de la santidad. Esa es la grandeza de nuestra vocación: "Porque esta es la voluntad de vuestro Dios: vuestra santificación" (1Tes 4, 3).

En este día en el que conmemoramos a todos aquellos que ya gozan de la vida eterna. Los que de forma anónima fueron modelo de perfección para el Señor. En definitiva, todos los Santos, pido para todos vosotros, como pido también para mí, que seamos capaces de santificarnos en lo sencillo, en nuestro día a día. De este modo, en cada momento tenemos la oportunidad de consagrar nuestras acciones a Dios. Podemos convertir lo cotidiano en un modelo de santidad, el mismo que habrá de servirnos para alcanzar la vida eterna.


4 comentarios:

  1. Ha nacido un nuevo directorio de blogs.
    Si quieres saber la dinámica de CATOLyBLOGS, te dejo el enlace CLICK AQUI
    Muchas gracias y mi saludo cordial.

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  2. Gracias, Angelo. Entraré para verlo.

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  3. Te dejo un texto de la carta apostólica "Novo Millenio Ineunte", del Bto. Juan Pablo II: "Preguntar a un catecúmeno, « ¿quieres recibir el Bautismo? », significa al mismo tiempo preguntarle, « ¿quieres ser santo? » Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: « Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial » (Mt 5,48)"

    Un fuerte abrazo,

    Adso

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  4. Muchas gracias por recordarnos a todos, a través de las palabras del anterior Santo Padre, la gran oportunidad que se nos brinda desde el Bautismo y que cada vez que ponemos nuestro corazón en disposición de ser mejores, nos acerca un poco más a la meta de ser santos.

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