"Unirse al corazón de Cristo". Así empieza la petición del Santo Padre este mes por los sacerdotes.
Cuando estaba en pleno discernimiento conocí a un seminarista muy joven. Ya apuntaba maneras: se entregaba del todo a los demás, no se reservaba nada. Además, era inteligentísimo. Estuve en su ordenación.
Su primer destino fue una gran parroquia de la capital: muchísimo trabajo, muchas misas, mucha gente joven, mucha indigencia. Recuerdo que a escondidas daba de desayunar a los que se acercaban a pedir algo de limosna. Se quedaba sin dinero, y claro, su familia tenía que ayudarle.
Al poco tiempo, dijo que lo dejaba todo y que quería estudiar una carrera. No quiso saber nada de nadie. La única forma que tenía de saber de él fue por su familia. Y hasta hoy.
Al poco tiempo, dos sacerdotes y compañeros suyos también decidieron abandonar el sacerdocio y así lo hicieron.
He pensado mucho el por qué de estas decisiones. Y no ha sido hasta leer las palabras del Papa cuando lo he entendido. Unirse al Corazón de Cristo... al Corazón... el corazón del sacerdote como el de Cristo... Sin duda aquí está la clave: amar como Él a Dios y a los hombres. ¿Qué ocurre si no cuidamos la vida de oración? Podríamos hacer muchos cosas, pero todas en vano. Como le dijo la Virgen a Santo Domingo de Guzmán: "Siembras mucho y riegas poco."
Me da la sensación de que vivimos muy humanizados, muy "laicados". Cuantas más cosas hagamos para que los seglares nos sintamos parte activa de la Iglesia mucho mejor. Pero tengo que confesar que en contandísimas oraciones he oído a un sacerdote hablar de Dios fuera del templo. "De la abundancia del corazón habla la boca." (Lc 6, 45) Y rezar... en tres ocasiones en toda mi vida, que yo recuerde.
No es malo, muy al contrario, el trabajo por la integración de los seglares; es muy necesario. Pero, hermanos, la oración lo riega todo, lo colma todo, lo ama todo.
Me crucé hace unas semanas con este amigo que abandonó el sacerdocio. Estaba acabando estudios, muchos proyectos... pero le noté triste. "Cuando quieras puedes llamarme y charlamos. Ya sabes, ante todo busca primero la paz." Sonrió, me dijo que tenía prisa... "Pediré por ti." Y hasta hoy. ¡Cuánto sufrimiento innecesario, hermanos!
Os encomiendo a María.
Acabo de encontrar el blog.
ResponderEliminarMuchas gracias por la labor.
Que la oracion diaria, sea fecunda en todos aquellos, que sabiendola imprescindible, recurren a ella, como Agua necesaria para la vida.
Un saludo.
Cuánta razón llevas!!
ResponderEliminarHay que cuidar el exterior, pero regar el interior. Encontrar en ti mismo lo que te mueve a hace cosas tan maravillosas.
Durante los últimos años he descubierto que me gusta rezar, me gusta hablar con Dios, lo veo necesario, cosa que antes creía que podía hacerse con la ayuda y el trabajo, pero no es suficiente.
Rezo por ti. Un abrazo, Hno. Juanmi
Es cierto lo que dices. Sin vida interior, el apostolado, nuestra entrega acaba por quemarnos. Pero yo no sería tan rápido en juzgar a los que abandonan. Desgraciadamente dejamos solos a nuestros sacerdotes y religiosos jóvenes. ¿realmente su Obispo se preocupó de él, o simplemente estaba contento porque trabajaba mucho y no se preocupó de más? Tras las salidas de los jóvenes suele existir demasiadas veces una soledad tremenda. Que sólo la oración llena, de acuerdo, pero hay que ayudar a enconcontrarla a esos jóvenes tan activos. Un abrazo: Joan Josep
ResponderEliminarTenéis mucha razón. Las cosas no son tan sencillas ni se deben hacer juicios a la ligera. Pero es cierto que ante todo está la confianza en Dios y con su Obispo. Una buena recomendación es pedir ese auxilio a su Pastor. Los laicos debemos hacer lo que nos recomendó el Beato Manuel González:
ResponderEliminar"Remediar los tres abandonos más perjudiciales de un pueblo: el de Jesús Sacramentado,
el del cura y el de las almas."
Gracias por este testimonio/reflexión. Encomiendo desde hoy a tu amigo. Unidos en oración. Que nos enamoremos de Jesús, que podamos ir a él al caer la tarde y disfrutar de sus dulzuras. Paz y bien
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