
Señor mío y Dios mio.
Antes de celebrar esta gran fiesta,
antes de que pases delante de mí, hecho carne,
antes, si quiera, de que pueda mirarte,
quiero darte gracias.
Gracias por cuidar de mí en el vientre,
gracias por ayudarme a nacer,
gracias por ser mi primera inspiracion,
gracias por preocuparte de mí todos estos años.
Pero, sobre todo, gracias por dejarme amar,
gracias por mostrarme el amor de familia,
gracias por darme ese amor de amigo,
gracias por darme el amargo amor de enemigo.
Gracias por mostrarte en mí.
Gracias por darte a nosotros. Gracias por el Amor.
Bien sabes, ¡ay Señor mío! lo poco que te merezco,
no tendría más que agachar la cabeza,
y sin embargo, incomprensiblemente, te nos das cada día.
Me encantaría poder entenderte y contarselo a la gente.
Y, como mucho, puedo hablarles de lo que siento y
mostrar el ejemplo donde Tu te haces presente.
La única pregunta que quisiera hacerte es
¿por qué Te nos has dejado en nuestras manos?
¿No sabías el peligro que corrías entre nosotros?
No debo pedirte, pero es que no puedo resistirme.
Recoge Señor las migajas de amor de los hombres,
acuerdate de la humanidad,
transforma el corazón duro,
vive en el pobre,
acompaña al que está solo,
da vida al feto y a la madre,
protege a mi familia, amigos y conocidos.
En definitva, Jesús mío, sigue amándonos.
Y no olvides que te quiero, te quiero y te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario