Acaba el verano y todo parece volver a la normalidad… Los días comienzan a acortarse y el pasado jueves me vino nuevamente ese olor a tierra mojada que en Andalucía es tan característico cuando caen las tormentas de esta época. El cielo ha estado gris unos días como preludio de las nuevas estaciones que vendrán y, aunque es cierto que soy más amigo de las chimeneas que del sol de la playa, no he podido evitar pensar en el tiempo que se acerca y tener una cierta nostalgia… He pensado en los momentos en los que debí haberme decidido y hacer caso a esa llamada de Jesús en la adolescencia. He recordado etapas de mi vida que ya no volverán y he sentido de una manera especial el paso del tiempo… Son tantas las ocasiones en las que postergamos nuestras decisiones para más tarde que, a veces, sin darnos cuenta perdemos la oportunidad de realizarnos plenamente… Me pregunto, le pregunto al Señor cuando será el momento más adecuado, en qué lugar, de qué manera… Creemos tenerlo todo claro y de repente donde se esperanzaba nuestra seguridad no encontramos respuesta. Cuando esos esquemas cambian sin esperarlo, o mejor sin querer esperarlo, te sientes cansado, casi sin ganas de comenzar otra vez de nuevo… como Pedro cuando huía de Roma, te encuentras abatido, sin saber muy bien hacia donde caminar… ¿Quo vadis, Domine? … Hacia donde vas Señor, para seguirte…
Perdonadme, pero hoy estoy un poco triste.
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