El sabor de los caramelos

Caramelos por todas partes. Las calles llenas de caramelos de todos los sabores y de muchísimas formas. Acabó la cabalgata, hermanos, y en la calle aún estaban llenas de caramelos. Sólo había visto el comienzo porque me esperaban para, entre todos, buscar solución al problema del hambre que esta época hay en mi pueblo.

Con la recolección de la aceituna llegan los "temporeros". Este tema está más que trillado. Somos poquitos pero luchamos porque al menos tengan un poco de comida y no pasen tanto frío. Hicimos lo que la Sagrada Familia: pedir a Cáritas, a la parroquia, al ayuntamiento...

"No podemos porque no hay dinero."

"Nos tienen dicho que no demos nada porque así cambian de sitio."

O, simplemente, no nos cogen el teléfono. Y una doctora en sus horas libres reparte mantas. Y una familia mayor acoge gente en una casa... Los donativos nos los dan en secreto, por vergüenza.

Pero sí hay dinero para comprar un nuevo coche a pesar del voto de pobreza. Y hay dinero para encender la fuente. Y hay dinero para tantos caramelos para llenar calles vacías. Las cosas por su nombre. No lo entiendo.

Salimos de la reunión. La cabalgata ha acabado. Las calles están llenas... de caramelos. ¿Vacías de gente? No, es la oscuridad de su piel que sólo deja ver el color blanco de los dientes de los temporeros. También tuvieron regalo esa noche. No sé a que saben muchos de esos caramelos. Seguro que a ellos le saben a gloria.

Quiero gastar este don de la vocación para hacer de Mt 25, 35 una realidad. Vivir, verdaderamente, ese voto de pobreza. Y seguro que los caramelos también me sabrán a gloria.