Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
PERO ¿CÓMO TE DIGO QUE ME ESPERES,
SI ESTÁS PARA ESPERAR LOS PIES CLAVADOS?
El blog que haz comenzado me parece un buen modo de abrigar y cuidar tu vocación. Te leeremos diariamente orando porque puedas responder con generosidad a la llamada profunda que has escuchado.
ResponderEliminarCristo te conforte.
Muchisimas gracias. El Señor, también a través de todos vosotros, me conforta. Espero poder ser yo también instrumento de Dios en vuestra vida.
ResponderEliminarUn abrazo en Cristo.